viernes, 10 de octubre de 2008

¡Libro, no te mueraaas!

Internet, lectores digitales, y otras mil cosas que probablemente ni conozco porque la tecnología me gana con gran ventaja, están atentando contra el libro como objeto. A esto sumemos el récord del impuesto al libro en Chile, uno de los más altos del mundo, que obliga a muchos a bajar libros de Internet. Como compradora compulsiva de libros, pensar en acceder a ellos virtualmente, si no gratis, a precios muchísimo más bajos que los que tienen los libros impresos, pensar en ese escenario debería entusiasmarme. Sin embargo, el libro no es sólo contenido, y tiene un inmenso valor como objeto, como fetiche, tanto así que hace que se me ericen los pelos ante tal idea.
Ya escribí hace un tiempo una entrada sobre subrayar libros. Poder destacar el texto en el computador, o agregar cuadros al margen en los que se puede escribir, no tiene comparación con tomar un lápiz y hacer anotaciones y subrayados a mano. Además, nada en el mundo virtual puede suplantar el lugar de los marcadores, de las flores prensadas, las fotos, postales y muchos otros recuerdos que se pierden entre las páginas de nuestros libros para ser sorpresivamente reencontrados quizás años después, o que son guardados con certera memoria dentro de algún libro especial, o en ciertas páginas que nos llegaron más que las otras.
A todos aquellos que defienden la virtualización del libro, les digo que el contenido no es siempre lo más importante. Sí, el libro es también un objeto, y es como objeto que adquiere un valor muy especial. Quizás sea un gusto snob o puro materialismo, pero siento un quizás pueril orgullo por los libros que sobrepueblen mi pieza. Los libros son objetos que al comprar o recibir como regalo se hacen propios, cosa que no pasa con los textos digitales. Les pongo mi nombre, les busco algún lugar en mi pieza, los miro, los huelo, los leo y subrayo, los abro y cierro indiscriminadamente, los hago absolutamente míos, volviéndolos únicos e invaluables. Esta materialidad imposible de experimentarse con un computador de por medio, es una de esas características que hacen que personas como yo amemos los libros. No, señores, los libros no son amados sólo porque son buenos o profundos o shuper locos, sino porque son fetiches. Aquí debo mencionar mi profunda atracción, fetichista también, por todo objeto coleccionable. Me gustan los excesos, la exageración, a veces hasta la ostentación, y también las fijaciones y obsesiones. ¿Dónde vemos todo esto? ¡En las colecciones! Que los libros atiborren mis repisas y hasta se amontonen en diversos rincones, no responde sólo a aires de intelectualidad (pfff), sino a mi forma de ser. Matar el libro como soporte de un contenido matará también el gusto y necesidad de tantos que los coleccionamos un poco perturbadamente.
Tampoco olvidemos el fetichismo y adicción que despiertan otros elementos del mundillo del libro. Internet jamás, ni con los adelantos más maravillosos e inimaginables, podrá reemplazar a las bibliotecas y librerías. El placer de encontrar títulos inesperados, a veces desconocidos pero atrayentes, de sentir olor a libro, ir caminando por la calle y ser cautivada por una vitrina, poder elegir entre librerías de viejo y otras nuevas y muy cool para ver qué títulos ofrecen, qué cosas nuevas les han llegado, son motivos para aborrecer la idea de que algún día el objeto-libro podría morir.
A pesar de todo esto, seguramente muchos seguirán defendiendo, quizás no la desaparición del libro, pero sí el auge de la digitalización, porque ante los precios inalcanzables de los libros, parece ser la mejor opción. Pero el tema del precio de los libros no es sólo un problema que viene del alto impuesto que se cobra. Verlo sólo como una injusticia monetaria es tapar el sol con un dedo. Aunque es cierto que los libros son caros, los que queremos encontrar libros baratos, los encontramos. Ediciones económicas que se venden en cualquier librería, libros usados, picadas varias que hay por todo Santiago, bibliotecas y otras opciones, deberían tener mucho más público si el problema estuviera sólo en la plata. En Chile se lee poco, ese es el problema. En Chile no se valora el contenido, las historias, menos el libro como objeto.
Internet es una gran ventana, una herramienta que sin duda es de mucha ayuda, pero no convirtamos a los libros virtuales en una solución, porque sería sólo un parche. Que se baje el impuesto al libro, pero que también se piense en un cambio educacional y cultural de fondo.

2 comentarios:

LV dijo...

Francamente, creo que el tema no es tan preocupante. Nada puede compararse con la experiencia del libro mismo, con sus incomodidades y virtudes.
No es para agarrar a palos al libro virtual ni para encadenarse a las bibliotecas, son experiencias distintas. Hace poco leí de punta a cabo "El Maestro y Margarita" en mi palm y lo disfruté inmensamente. Descubrí algo bien obvio: cuando lees en una palm pierdes la noción de cuánto falta para el final, por lo que tu percepción del desarrollo de una novela larga se altera significativamente. Gratísima experiencia esta de no saber cuando las cosas iban a caer en su sitio definitivo.
Los libros son objetos hermosos, no cabe duda alguna, se abren como puertas, y son la mejor manifestación tecnológica de todos los tiempos, qué duda cabe. Son incomparable y cómo tal no creo que necesiten defensa contra nada. En tanto el olor que llevan en su juntura sea irreplicable, no podrán jamás ser desplazados.

Felipe Zerené dijo...

"No, señores, los libros no son amados sólo porque son buenos o profundos o shuper locos, sino porque son fetiches. Aquí debo mencionar mi profunda atracción, fetichista también, por todo objeto coleccionable. Me gustan los excesos, la exageración, a veces hasta la ostentación, y también las fijaciones y obsesiones. ¿Dónde vemos todo esto? ¡En las colecciones! Que los libros atiborren mis repisas y hasta se amontonen en diversos rincones, no responde sólo a aires de intelectualidad (pfff), sino a mi forma de ser. Matar el libro como soporte de un contenido matará también el gusto y necesidad de tantos que los coleccionamos un poco perturbadamente."

Seeeeeehhhh...

Yo por eso me niego a publicarme integramente como artishta en internerd. Demos, muestras y cosas como esa, okeey, pero no obra integral.

No hay nada como un libro impreso en papel estampado y manoseable, igual que un disco y todo eeesssooo...


El problema es cultural, está claro.
En el mall plaza norte NO HAY LIBRERÍAS porque la gente no compra libros.
Esa hueá es TRIGIDA.


Te adoro, jesulais.