miércoles, 1 de noviembre de 2006

Recuerdos y por qués, Edición Especial.

Como decíamos el otro día con mi tan pero tan querida amiga Berni, hace tiempo veníamos imaginando cómo sería este día, un año después de la muerte de Chago, y qué raro era pensar que esta fecha ya se acercaba. Nunca pude imaginar cómo sería. Y ni siquiera ahora puedo imaginar cómo terminará.
Sólo se que, hasta el momento, estoy tranquila, con una sensación extraña al recordar un pasado tan diferente y al darme dcienta de que con sólo 18 años ya pienso en lo increible que es cómo puede cambiarnos la vida. Porque es todo tan diferente...
Me acuerdo que durante los días que lo buscábamos, me arrepentía de no haber estado más con él y no haberle dedicado nunca el tiempo que dediqué en su búsqueda, y lo mismo con tantas otras personas que, por tener siempre cerca, nunca aproveché ni valoré como lo merecian.
Ahora entiendo que es imposible dedicarle todo el tiempo del mundo a todas la personas del mundo porque, qué se la va a hacer, el tiempo no se detiene y hay tantas otras cosas que hacer. Me volvería loca si estuviera todo lo que quisiera con todas las personas que quiero, pero lo que sí se puede hacer es valorar taaaanto más todo lo que tenemos, no dedicarle más tiempo a las personas sino aprovechar ese tiempo que pasamos juntos, aunque sea poquito, y sentir mucho, mucho más. Querer más, extrañar más, admirar más.
Yo siempre quise al Chago de una forma muy, muy especial, pero siento que debí haberlo valorado más, haberle dado un lugar más importante en mi corazón, aprovechar al máximo ese sentimiento que tenía aunque al final doliera más.
Y es difícil explicar esto, porque no quiero decir que no lo quise lo suficiente, pero es una sensación como de que mi corazón tiene una capacidad mucho mayor, de que hay que entregarse más, sin miedo, porque al final uno se da cuenta de que valió la pena, de que el corazón está para eso, y al final no es tan difícil ser un poquito más feliz.
Es bueno darse cuenta de que todo el sinsentido que hay en el mundo, que permite que la gente no sea feliz y no quiera vivir, parece tener un poquitito de sentido al ser el causante de cosas buenas. Conocí gente que sin duda ya es importantísima en mi vida, me hice un poco más fuerte, aprendí harto, veo las cosas de una forma diferente y parece que mejor que antes, y 365 días despues, puedo decir que estoy tranquila, con muchas dudas sin responder (que jamás tendrán respuesta) y con pena también, porque lo extraño y qué injusto que pasen estas cosas, pero disfrutando de las cosas buenas que salen de esto y valorando tanto la vida.
Porque es inevitable pensar en lo mal que tuvo que haber estado el Chago justo en el momento en que partió a tirarse al río. Cuando paso por el Mapocho y me quedo mirandolo, me doy cuenta que jamás tendría el valor de hacerlo, porque jamás he estado tan mal como para sacar ese valor de algún lugar de mi interior, y sé que jamás podría estarlo. Al final, nada parece tan tan malo. A pesar de los problemas, de la herida que todo esto dejó en mi, de los momentos complicados de la vida, que son tantos, igual me gusta vivir. Y vivo con la esperanza (a veces muy vaga, es cierto, por esperanza de todas formas) de que las cosas pueden ser siempre mejores.
Y ahora si que no pidan una gran actualización, es simplemente imposible ordenar mis ideas hoy y más encima dedicarme a escribirlas con gracia para el deleite de un par de personas que se pasean por aquí. Además, no puede haber peor hora para escribir en el blog... nunca más actualizo después de almuerzo. Para colmo: estoy apurada y muerta de sueño.