miércoles, 19 de diciembre de 2007

La historia de mi vida

"(...) Te doy el punto final. Es un punto muy valioso, no lo pierdas. Consérvalo, para usarlo en el momento oportuno. Es lo mejor que puedo darte y lo hago porque me mereces confianza. Espero que no me defraudes. Durante mucho tiempo, tuve el punto final en mi bolsillo. Mezclado con las monedas, las briznas de tabaco y los fósforos, se ensuciaba un poco; además, eramos tan felices que pensé que nunca habría de usarlo. Entonces compré un estuche seguro y ahí lo guardé. Los días transcurrían venturosos, al abrigo de la desilusión y del tedio.
(...)
Con la felicidad, olvidé el estuche, o lo perdí, inadvertidamente. No puedo saberlo. Ahora la dicha terminó, no encuentro el punto final por ningún lado. Esto crea conflictos y rencores suplementarios.
(...)
Ese punto huidizo nos liga, nos ata, nos llena de rencor y de fastidio, va devorando uno a uno los días anteriores, los que fueron hermosos. Sólo espero que en algún momento aparezca, por azar, extraviado en un bolsillo, confundido con otros objetos. Entonces será un gordo, enlutado, sucio y polvoriento punto final, a destiempo, como el que colocan los escritores noveles."


"El punto final"
Cristina Peri Rossi

domingo, 2 de diciembre de 2007

Lecturas veraniegas

Me queda un solo trabajo que hacer para la U. Un trabajo que es para el jueves, lo que me permite declararme de vacaciones durante este fin de semana. No sólo por el simple hecho de que me gusta leer, sino en especial por estar ahogada de leer cosas obligada, que desde hace por lo menos dos meses que me muerdo los labios y siento que algo me explotará en la garganta cuando miro mis libros, de puro que muero de ganas de leer algo que yo elija, y de poder decir alguna vez que he leído todos los libros que sobrepueblan mi pieza.

Y ahora, que al fin tengo toda la libertad de tomar cualquier libro y sentarme a leer con absoluto relajo, la desesperación de elegir uno es mayor que la de querer leer bajo libre elección. Este año, en febrero, fui a Mendoza y me traje varios ejemplares que me hacen babear. Muchos. A esos sumémosle los que he venido comprando compulsivamente desde hace unos dos años (siempre me compro libros, pero antes con mayor planificación y recato), y los muchos libros que me regaló una tía (amiga de mi papá, así que es tía de costumbre y cariño, no de sangre), que se cambió de una casa a un departamento chico, viéndose en la obligación de reducir su biblioteca. Toda esta ola de adquisición lectora significa que tengo muchos más libros de los que podría leer en un par de veranos, así que estoy obligada a elegir, cuando lo único que quiero es leerlos TODOS y AHORA.

Lo que pasa es que La Divina Comedia no es el único libro perfecto. Quizás es el único que lo es siempre, pero hay muchos otros que pueden serlo en el momento y lugar indicados. Hasta Mala onda fue perfecto en su momento. Y tengo tantas ganas de envolverme en libros buenos hasta el hartazgo (y escaparme un poco del mundo), que pretendo hacer las mejores elecciones literarias posibles.

Cuando paso mis ojos por las repisas que abundan en mi pieza y veo libros de autores que aún no he leído, muero por devorarlos. La idea de conocer más autores, de encontrar por ahí uno que sea mejor que cualquier otro que haya leído, que se convierta en mi autor de culto, que me haga sentir que escribió pensando en mi, me entusiasma hasta las mariposas en la guata. Pero también quiero seguir leyendo a tantos otros que ya me gustan, para ver si me gustan más o menos, por el placer snob de leer mucho de un solo autor para creerse un poco el cuento de ser experta en..., o simplemente para llevar un orden quizás necesario entre tanto caos impreso.

Y no crean que lo ya leído está descartado. Qué ganas de leer ese libro o ese cuento que me estremeció, que disfruté tardes enteras durante las cuales me sacó completamente del mundo, y que he ido olvidando injustamente. Hay tanto libro que merece ser releído, subrayado, carreteado, que merece que algunos de sus pasajes queden íntegramente en mi memoria, que merecen ser citados en cartas (amo escribir cartas, como algunos ya sabrán), conversaciones, en lo que sea, porque son tan buenos, o tan míos, que pueden llegar a ser salvadoramente iluminadores. Para qué decir el potencial epigrafiero de estos libros, que es especialmente beneficioso en vacaciones, cuando AL FIN tengo tiempo y cabeza para ponerme a escribir.

No soy capaz de decidir si quiero leer una buena historia, simple, rápida, redonda, tipo Zambra (que fuma mucho), para sentarme en la sombrita de la terraza con algo helado para tomar, para acordarme de algo o alguien real, tan real como creo que es la historia que leo, y alegrarme silenciosamente de ese recuerdo o correr a llamar a esa persona, o mandarle un mensaje o un mail, como ya lo he hecho tantas veces (aunque a veces esos recuerdos no me alegran, y de todas formas terminan en un mail).

Pero puede ser que lo que quiera sea algo un poco más cabezón, y tratar de entender lo imposible: cómo puede haber gente tan seca, cómo sus cabezas llegaron a crear algo así, y dormirme feliz por lo increíble que es (y aquí me pongo mamona y fome) lo que tanto tanto tanto amo, (que vergüenza lo mamoma, que vergüenza lo mamona): la literatura (aún estoy a tiempo de borrar esto, bórralo Jesu, bórralo!!).

Y obvio que quiero saber si eso que tanto me recomendaron es tan bueno como dicen, y salir de la duda y la ignorancia de no haber leído ese libro, a ese autor del que siempre hablas tanto, y con un entusiasmo que me contagias y me pone tan alegre. Me enloquece la idea de al fin poder sentarnos a comer algo rico y comentar todo eso que quisiera pero no puedo porque no he leído, para ver cómo te vas entusiasmando cada vez más, cómo te pones a hablar más rápido y más fuerte y más tartamudo, y vas delatando lo que eres, al haberte fijado en esa parte más que en las otras, al haber recordado con exactitud esas líneas, justo esas.

Pero al final, elija el libro que elija, al menos sé que cualquiera será bueno para comentar comiendo algo rico, que cualquiera me hará tomar el teléfono, o el celular, o hará que me siente frente al computador para escribir un (otro) mail.


y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua

sábado, 20 de octubre de 2007

Ch ch ch ch changes

El tiempo es, definitivamente, demasiado complejo para mi. Últimamente mi vida terminó por desordenarse cronológicamente de una forma impresionante. Los anacronismos me sitúan una y otra vez hace más o menos un año, hace medio año, hace dos años, y por otro lado el futuro se acerca vertiginosamente, haciéndome sentir a veces que realmente no vivo en el presente sino en un Loquevendrá que está comenzando o ya comenzó.

Pero con mi línea temporal tan enredada, vuelvo a momentos pasados y puedo ver momentos futuros que me hacen, inevitablemente, juzgar(me) y hacerme mil preguntas de por qué estoy acá o allá y de cómo he hecho las cosas. En un par de días es increíble cómo he cambiado una y otra vez de opinión respecto a mis decisiones. Me arrepiento de tal cosa, pero eso es sólo ahora porque en su momento estuvo bien, pero tampoco me arrepiento en el presente, sino viendo las cosas desde el inevitable futuro. Cosas que yo daba por seguras se desmoronan, y todo lo que hice basándome en esos dogmas personales se desmorona, pero cómo arrepentirme si yo no lo sabía, cómo arrepentirme si en el futuro me hará bien, si quien sabe si esos dogmas vuelven a arraigarse en mi cabeza (y/o corazón), y así, cada vez las cosas se hacen más enredadas (más todavía para el que lee sin saber a qué me refiero).

Y esto del tiempo y el arrepentimiento van de la mano. No es fácil arrepentirse. Soy demasiado orgullosa para eso, pero también soy demasiado orgullosa como para volver a caer en los mismos errores, cosa que de seguro haré si no me arrepiento de ellos. Imposible no citar al Mati, quien afirma jamás arrepentirse de nada porque su personalidad se lo impide. Y es justamente mi personalidad la que me inclina a jamás arrepentirme y a hacerlo constantemente (la bipolaridad ataca de nuevo, señores!). En estas revisiones temporales todo se complica y jamás sé con qué criterio ver las cosas y no quiero quedarme pegada en divagaciones, sin aprender nada de todo lo vivido (que ha sido tanto desde hace ya varios meses).

Y al final todo parece reducirse a algo tan simple: la elección. La elección de algo verdadero. Aunque las cosas no resulten como las imaginé, lo que importa es haber elegido algo verdadero, es haberme arriesgado y haberme acercado más a la felicidad y a la satisfacción cuando opté por darle cierto rumbo a mi vida. Pero el tiempo y su indiscutible complejidad, sus vueltas que me llevan a momentos que no son los presentes y entonces las cosas ya no son tan fáciles, porque con la distancia me pregunto qué tan verdadero fue eso que elegí. Qué tanto lo/me quería como para hacer eso, qué tan cierto era eso que yo creía tan fervientemente, cuánto influyen mis miedos, expectativas, ideas preconcebidas y prejuicios al momento de elegir... Y, para complicar más las cosas, ni siquiera me esfuerzo por hacer un orden temporal o un orden de lo que sea, porque las cosas no pasan como nos enseñan en el colegio ni como nos cuentan en las biografías, las líneas de tiempo no existen, y es todo un enredo, y si no es así, no es vida no más. Debo reconocer que, a pesar de mis “quejas” (no creo que esa sea la mejor palabra, pero no se me ocurre otra... quizás deba decir “comentarios con un dejo de lamento”), me gusta el caos, y necesito el caos. Necesito cuestionarme las cosas y no poder ordenarlas y clasificarlas fríamente... y creo que es porque, al final, todo parece reducirse a algo tan simple: La elección. La elección de algo verdadero. Y es justo en medio del caos cuando surge una sensación, una certeza, la certeza de la duda, un apretón en la guata, un recuerdo que me saca sonrisas o un futuro que planifico con adrenalina, y eso no es otra cosa que la manifestación de lo verdadero.

Y todas estas palabras caóticas, este enredo de ideas que significativamente no tienen un orden temporal muy lógico que digamos, al final se resumen en que no, no quiero arrepentirme, pero también quiero arrepentirme porque tengo ansias de seguir, porque ya estoy siguiendo, y para eso es necesario haber aprendido del error. Y todo este ir y venir por un tiempo que jamás podría graficarse con una línea recta, es un cuestionamiento sobre el arrepentimiento, sobre lo verdadero de lo que elijo a cada momento. O, mejor dicho, todas estas palabras caóticas, este enredo de ideas que significativamente no tienen un orden temporal muy lógico que digamos, al final se resumen en que (¿ya hablé de anacronismos y repeticiones?)
“nadie se aguanta aquí mucho tiempo, ni siquiera tú y yo, hay que vivir combatiéndose, es la ley, la única manera que vale la pena pero duele, Rocamadour, y es sucio y amargo, a ti no te gustaría, tú que ves a veces los corderitos en el campo, o que oyes los pájaros parados en la veleta de la casa. Horacio me trata de sentimental, me trata de materialista, me trata de todo porque no te traigo o porque quiero traerte, porque renuncio, porque quiero ir a verte, porque de golpe comprendo que no puedo ir, porque soy capaz de caminar una hora bajo el agua si en algún barrio que no conozco pasan Potemkin y hay que verlo aunque se caiga el mundo, Rocamadour, porque el mundo ya no importa si uno no tiene fuerzas para seguir eligiendo algo verdadero, si uno se ordena como un cajón de la cómoda y te pone a ti de un lado, el domingo del otro, el amor de la madre, el juguete nuevo, la gare de Montparnasse, el tren, la visita que hay que hacer”. (Y esto, como usted ya lo notó, es de Rayuela)

lunes, 17 de septiembre de 2007

Dame al menos la oportunidad de una destrucción deliciosa

Rasgarnos con uñas y dientes, permitirnos hacer lo indebido y gozarlo hasta que el pudor o el dolor lo impidieran (si es que nuestra libertad nos permitiera sentir pudor o no disfrutar el dolor), sería la única forma de demostrarte el odio que te tengo y el amor de mierda que me oprime al verte.
Si querías hacerme daño, por qué no mordiste mi médula, por qué no hiciste jirones de mi piel ni me penetraste violento, hasta hacer reventar mi interior que arde por la rabia de tu traición.
Por qué en lugar de hacerle daño a mi corazón y mi orgullo, no se lo hiciste a mi cuerpo, por qué no jugaste a Dolmancé ni mordiste mis pezones con fuerza. Quizás me hubiese dolido menos. Quizás me hubiese gustado. Como esa vez que me preguntaste si me dolía, si quería que pararas, y ni aunque hubiese estado agónica, desangrándome por el intestino, te hubiese permitido parar.
Y tú querías que te respondiera que me dolía, para entonces seguir con mayor fuerza, porque veía en el espejo que teníamos frente a nuestro dantesco espectáculo tu cara de placer cuando me retorcía y lanzaba quejidos.
¿Te duele? ¿Te duele?, me decías al oido, mordiendo mi oreja, con tus manos en mis caderas, enterrando las uñas en mi blanca carne, apretándome impetuoso contra ti. Me dolía. Hasta el orgasmo. No como tu traición, que me duele hasta el llanto amargo bajo las sábanas.

martes, 4 de septiembre de 2007

Faces look ugly when you're alone

Me gusta estar sola. Desde que tengo uso de razón que armar y desarmar el mundo en mi cabeza es algo necesario y, a estas alturas, involuntario. Si no me detengo a pensar en lo que hago, leo, digo, siento y veo, me siento como perdida, vulnerable... no funciono bien sin tener ideas claras o al menos confusiones planteadas y asumidas como tales (estoy lejos de tener todo claro en mi vida, de hecho es todo lo contrario... entre más pasa el tiempo, más nebuloso es todo, conozco mas sensaciones y experiencias que se suman a un catálogo de vivencias y pensamientos que ya se hace absolutamente inclasificable y a ratos incomprensible).
Pero El Mundo que me rodea (y creo que un mundo más amplio que ese) no acepta muy fácilmente los momentos de soledad, sin comprender que para algunos es necesario pensar. Y qué tanto, a veces (muchas) quiero estar sola sólo por estarlo, para vegetar y dejar mi mente en blanco por unos minutos (acaso mi mente no está siempre en Blanco? –fomeee-), para poner caras feas, escuchar música y cantar mal, fuerte, mal y un poco más mal, leer, escribir, mirar el techo, llorar...
Un día estaba en el colegio, en tercero básico, creo que en consejo de curso o algo así. Todos estaban conversando, había mucho ruido, y yo quería pensar. Puse los brazos sobre la mesa escondí en ellos mi cabeza, cuando se acerca mi profesora, se arrodilla a mi lado y pregunta con la típica voz de profesorcita básica buena y angelical “¿Qué pasa?”. Levanto mi cabeza y me encuentro con su cara amable, cara de “pobrecita, está sola, la voy a ayudar”. “Nada, estaba pensando”. La tía Blanca (lindo nombre, pero que jamás podría ponerle a una hija porque sería una crueldad que se llamara Blanca X Blanco, y acabo de confesar el único problema que tengo con un apellido que aparentemente es perfecto para mi) me miró con cara de ERES RARA!!!, lo pensó unos segundos, quizás se dio cuenta de que soy un caso perdido (desde tercero básico!!) y me dejó pensar “tranquila”.
Y siempre era así en el colegio. Todo está organizado de tal forma que nunca estemos solos, como si una de las cosas más importantes de nuestra educación sea que no nos dediquemos tiempo a nosotros mismos. Hasta los retiros a los que fui con mi curso (colegio católico, oh dios oh dios, San José de Calasanz, San José de Calasanz, supiste dar tu vida por los demás), que estaban ideados para que “nos conociéramos internamente”, terminaban siendo una sarta de dinámicas que nos pseudo-obligaban a “sincerarnos y abrirnos” con nuestros compañeros para conocernos ENTRE nosotros y ser un curso unido.
Y por lo general, sea en el lugar que sea, no es difícil encontrar gente que a todas luces le teme a la soledad y se rodea de gente que, en el fondo, apenas le importa. Sólo se hacen compañía. Yo prefiero plantearme mis relaciones en soledad, para elegir a quienes realmente quiero a mi lado. Aunque eso signifique que esos que están siempre con un séquito de gente-bulto piense que no soy yo quien elige su soledad sino que hago como que me conformo con lo que me tocó (¡típico! ¿Por qué les cuesta tanto entender que la soledad SÍ puede ser una opción y no una consecuencia de ser rechazado?), o que sientan pena al verme caminar sin compañía (y aquí debo reconocer que me ENERVA que me miren con pena, pero de todas formas lo aguanto con tal de no terminar siendo una cazadora de gente-bulto).


“Leer es una de las pocas formas de la soledad socialmente aceptadas por un mundo que tiende a sospechas de las actividades en singular. Decir “ahora no, estoy leyendo” es un escudo y decir “lo leí en un libro” es una lanza. Así, un libro es un arma de construcción masiva. Leo, luego existo.”
Rodrigo Fresán

¿Será por eso que estudio literatura?

lunes, 13 de agosto de 2007

Siento nostalgia por lo que aún no he vivido.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Un punto de fuga


Foucault puede ser un filósofo exepcional, o un paranoico que se siente vigilado y que, para colmo, se proyecta en toda la sociedad. La Comunidad ecológica de Pirque puede ser un panóptico en sí mismo, una pequeña institución víctima de los abusos de poder, habitada por cuerpos dóciles, o un escape a la vigilancia y al abuso de poder de la sociedad, un punto de fuga al sistema carcelario.Si me baso en lo que dicen los medios, interpretándolo según Foucault, la secta católica sería una ironía, un escape de la sociedad para caer en lo mismo o en algo peor: un líder carismático que maneja a los cuerpos dóciles, que se someten a los ejercicios rigurosos que les impone su disciplina, en un lugar clausurado, “heterogéneo a todos los demás y cerrado sobre sí mismo”, donde se general rangos, como el de Roberto Stack, el líder, y hay un control en las actividades, como rezar cada tres horas. Sería aburrido seguir enumerando características de la cuestionada secta que se prestan para un análisis desde Foucault.Pero también puede ser que no todo lo que diga la tele sea verdad (diossanto!), y que este grupo fuera víctima de un análisis un poco amarillista que, para colmo, calza perfecto con las ideas de un pobre hombre que creía que siempre lo vigilaban y manejaban. Es cierto, según nuestra educación y lo que dicen los expertos en sectas (que al fin están ganando plata después de que terminara el debate sobre Orias, el que mató al cura), estas personas no estarían teniendo una respuesta correcta frente a la sociedad, y entonces, ¡juzguémoslos! ¡están locos y creen que son felices pero todos sabemos que no lo son! ¿Acaso no existe la posibilidad de que dos amantes se encuentren junto al muro de Berlín y escapen a la vigilancia? ¿No puede existir un punto negro en el panóptico foucaultiano en el que podamos resguardarnos del “Gran Hermano”?Roberto Stack dice no ser un líder opresor, los habitantes de la secta dicen estar ahí por voluntad propia, y para no basarme sólo en testimonios de personas tan cuestionadas cuyas palabras podrían pesar menos que mis pestañas, sus familiares que viven en sociedad dicen que pueden ir a visitarlos cuando quieran, y que cualquiera puede irse de la parcela de Pirque cuando le parezca.Este intento por alejarme de la visión que prácticamente imponen los medios, y de tratar de entender a los “incomprendidos”, tiene su origen en una experiencia personal, sí, bien personal, pero que creo que vale la pena contar. Quizás algunos recuerden aquella noticia del pobre niñito depresivo y enfermo mental que se tiró al río sin avisar, así que asustó a su familia y amigos al estar desaparecido durante 10 días, entre el 1 y el 10 de noviembre de 2005. Esto fue noticia porque sus parientes y quienes éramos sus amigos, comenzamos una fuerte campaña de búsqueda, empapelando Santiago con carteles con la foto de Santiago Errázuriz y la página http://www.buscandoachago.tk/ para que, quien tuviera alguna información, se contactara con nosotros. Resulta que Chago no era ese niño enfermo que, según La Segunda, escribía en sus nicks de MSN “No quiero vivir más” (su nick generalmente era “Santiago ago ago”, o simplemente "Chago"). Y tampoco creo que fuera un cuerpo dócil que sucumbió ante el suicidio, así como los de la secta de Pirque sucumbieron ante un aislamiento perjudicial (robo la comparación suicidio-aislamiento perjudicial a alguno de estos expertos en sectas, no recuerdo cual, que apareció en las noticias de Chilevisión hace unos días).Un tiempo después de la aparición del cuerpo de Chago, un periodista me entrevistó para hacer un perfil de mi amigo. El *** (“sin descalificaciones personales” [Carreño, Rubí]) me hizo un montón de preguntas insidiosas cuya finalidad era sacarme la frase “Sí, el Chago era todo lo que dicen, era un enfermo*”. Respecto a su talento y creatividad para hacer montajes fotográficos en photoshop, me pidió que me refiriera a las horas que él pasaba en el computador, “lejos de la vida en sociedad” y de las consecuencias que esto traía. Claro, alguien que toca guitarra y que pasa horas “lejos de la vida en sociedad”, ensayando, no es así de cuestionado sólo porque hacemos la asociación “pc-locodepresivoaislado”. Más insidioso se puso cuando yo, inocente o quizás tontamente, cometí el error de decir que Chago era fanático de Radiohead.¿Será que TODO significa que somos cuerpos dóciles, que lo que puede ser un punto de fuga no es más que un engaño que sólo nos lleva a un panóptico que se ve diferente pero que, al final, igual es un panóptico? ¿O puede ser que los integrantes de la secta sean sólo incomprendidos y sí sean felices, como ellos dicen, lejos de la opresión y la vigilancia de la sociedad, y que Chago fuera víctima de una incomprensión de los medios que lo juzgaron como un pobre cuerpo dócil? ¿Alguien que escucha a Radiohead es un depresivo y potencial suicida, o podría haber encontrado un punto de fuga?El Hail to the thief (qué significativo nombre) de Radiohead, lanzado el 2003, es un disco que, además de ser el esperado retorno a las guitarras del grupo, después de los más bien experimentales Kid A (2000) y el Amnesiac (2001), es conciente de la sociedad y sus abusos (ya vieron la carátula?), y que escapa mediante sí mismo, haciendo música, como otros se matan, y otros se aislan. A simple vista este disco puede parecer muy pesimista , un lamento ante la imposibilidad de escapar de la opresión y la vigilancia:It's the devil's way nowThere is no way outYou can scream & youcan shoutIt is too late now
"All hail to the thief"
"But I am not!"
"Don't question my authority
or put me in the dock"(de la canción “
2+2=5”... ¿Orwel?)Pero la conciencia ante el problema y la capacidad de gritar (y de cantar, de escuchar música, de abstraerse), es un escape. Quizás son más valorados en la sociedad otro tipo de escapes, quizás podamos juzgar que el aislamiento (I will / lay me down / in a bunker / underground – de la canción "I will") o el suicidio implican un desequilibrio mental, pero desequilibrados o no, al menos ellos creen que son libres y felices... ¿y qué importa que los demás no lo crean? Personalmente, creo que hay que estar un poco loco para irse a una secta, y jamás lo haría. Tampoco me mataría. Pero qué bueno por los que, a su manera, son capaces de encontrar un rincón en el cual pueden estar a salvo del sistema carcelario y de esa sociedad que describe el Hail to the thief.

*Chago tenía depresión, una enfermedad, por lo tanto, era estríctamente un enfermo. Pero ni los medios ni ese periodista decían "enfermo" en el sentido clínico, sino en un sentido peyorativo.



[Esta entrada fue publicada el semestre pasado en un blog del curso Teoría literaria II, en el que teníamos que publicar entradas que trataran, aunque fuera tangencialmente, algún tema del curso, siempre en el marco de un tema elegido para cada blog. El mío era de música, y para esta entrada específicamente debimos además hablar sobre la comunidad de Pirque. ]

viernes, 27 de julio de 2007

La felicidáh ah ah ah ah

Hace ya un tiempo una conocida que tenía depresión y a la que le habían prohibido casi todas las actividades imaginables porque “no se encontraba en condiciones de hacerlas”, decidió dedicar su tiempo a la lectura. Al contarle a su psicólogo los libros que estaba leyendo, él le “sugirió” que los dejara. Desesperada y aburrida, me pidió que le diera un listado le libros alegres, apropiados para su estado.

Apenas me lo dijo, pensé que sería fácil, que sólo tendría que echar una mirada a mis libros y recurrir a mi memoria. No fue así. Hasta hoy, que ha pasado casi un año, sigo sin encontrar ni un solo libro para recomendarle.

La definición más típica y obvia de lo que es un “clásico”, una obra de la “literatura universal”, es que toma temas trascendentes para el hombre, que sobreviven al pasar del tiempo. Según esto es fácil entender por qué tantas obras están llenas de tristeza, dudas existenciales, frustración, y un largo etcétera. Pero así como hay sufrimientos del hombre que nos son comunes a todos, independiente de tiempo y espacio, la felicidad también lo es, ¿o no?.

No es la felicidad, es el deseo de felicidad”, me dijo el Mati. Al escucharlo, hasta me sentí un poco tonta de no haberlo pensado antes, pero no fue necesario darle muchas vueltas para que muchos peros se me vinieran a la cabeza. ¿Acaso lo que es inherente al hombre es no ser feliz, querer serlo y no poder? Por suerte, soy una persona que se ha sentido feliz en muchos momentos de su vida. Ahí mismo, cuando hablaba con el Mati, pensé en varios momentos en los que pensé “soy feliz”, así de determinada y concisa, sólo estando con él. Si pensara en otros momentos de mi vida, en otras circunstancias, esa sensación de felicidad se multiplicaría por otras mil veces más.

Entonces me acordé de cuando era más chica, y más depresiva también. Por esos días yo pensaba que la felicidad no era tal si no era absoluta, lo que me llevaba a creer que la felicidad no existe. Es imposible que cuando algo va bien y uno se siente feliz por eso, todos los otros aspectos de la vida vayan igual de bien. Más aún en esa época en la que los conflictos internos, con mi familia y con un entorno que cada vez se diferenciaba más de mí (o yo de él) eran cosa de todos los días (y horas y minutos y segundos). Pero de repente, entre tanta hostilidad, me di cuenta que tomar helado me hacía genuinamente feliz. Y no era lo único. Cantar y bailar con desenfreno una canción que me desquicia y que aparece sorpresivamente en la radio en la maravillosa privacidad de mi pieza, tomar coca cola bien helada cuando ya no se puede más de la sed y el antojo, tener ataques de risa, comer algo rico, una buena conversación con un gran amigo, besos cariños y mariposas en la guata y muchas otras cosas más me hacían feliz, y aún pienso (y siento) así.

Pero ahora tengo la duda de qué tan optimista es esa idea de felicidad. A primera vista claro que lo es, más aún al comprarla con mi idea anterior, pero ¿es realmente optimista entregarse a felicidades tan pasajeras, que hasta pueden acentuar la idea de que la felicidad plena es una utopía? Tan intrascendente es mi idea de felicidad, que ni aparece en los libros. Ni siquiera El libro de los amores ridículos, de Kundera, un libro que a todas luces parece derrochar felicidad, que según las mismas palabras del autor fue escrito en el momento más feliz de su vida, no me parece tan feliz después de todo. Por lo menos, es un libro que no recomendaría a la persona que me pidió la lista, porque sería sumamente fácil para su deprimida cabeza encontrar tristeza y desesperación en los relatos. Cosa que no pasa al revés. Encontrar alegría en un libro triste es algo simplemente imposible.

Tratando de aportar un granito de arena para remediar la situación, intenté escribir algo alegre. Fracaso rotundo. Los relatos que son más alegres, inmediatamente se me hacen más mediocres. Y no es que yo sea muy depresiva para escribir (al menos no ahora) ni que mis intentos de japi end sean objetivamente más malos que el resto de mis cuentos. Quizás, así como el alemán se presta más para la filosofía, el amarillo clarito para las guaguas, los nombres gringos para el vulgo y el óleo para la mímesis, la literatura sea más apropiada para las penurias y asfixias del hombre (cosa que digo sin el menor acercamiento a lo que es la certeza).
Señor lector: Pido su colaboración, su opinión ya sea si está de acuerdo o en desacuerdo (¡en especial en desacuerdo!) y ruego encarecidamente que, si conoce algún libro feliz, me lo haga saber.

martes, 1 de mayo de 2007

Oda a la lengua

En la pieza, con la puerta cerrada pero sin pestillo porque no nos dejan, intentando no hacer ruido porque qué pasaría si nos escucharan, ahogando la risa nerviosa y la de las cosquillas, los dos bajo las sábanas, oscuro, sin aire, primero los besos en labios y cuello, como siempre, como todos, y su lengua que goza y ella que la siente, tibia, húmeda, inquieta, carnosa, por los hombros, alborotadora, no podemos hacer ruido, nadie puede venir, así que sólo la lengua, deliciosa bajo la polera, degustando y absorbiendo piel, piel blanca, piel rosácea, redondeces, y zonas palpitantes.
Lamiola, lamiola entera, hasta el útero ida y vuelta, callados, siempre. Marcas rojimoradas por todo el cuerpo, succiones varias, papilas gustativas excitadas y ella también, salivada, sensible en la piel toda, la lengua que la admira, que la alborota por todos lados, primero en los labios y después en el cuello, como siempre, como todos, después más abajo, un poco más abajo, ella escindida, roja, y la lengua en medio, lengua que sube y baja, lengua carnosa que entra y sale, que saborea y se entibia en viscosidades. Hasta el útero, la lengua.

sábado, 28 de abril de 2007

Staccato

Estaba muy nerviosa. El teatro estaba lleno y era mi primer concierto. Las luces se encendieron, los murmullos del público cesaron y yo estaba paralizada en medio del escenario, mirando mi violín.
Respiré hondo y traté de dejar de lado la timidez. Eran diez composiciones de Bernard Hermann y sería yo quien las ejecutaría. No podía dejar pasar esa oportunidad por un repentino ataque de pánico.
Tomé postura y me lancé. El primer acorde entró por mis oídos y me relajé completamente, dejándome llevar por la melodía. Cada nota jugaba por los aires, danzando en mis oídos y en mi mente. Esas notas disonantes, estridentes y tan reales.
Mis manos corrían por las cuerdas en un pizzicato inigualable, cerré mis ojos y todo se tiñó de un amargo color violeta, y podía oler la leche caliente y escuchar gritos, muchos gritos.
Mi corazón latía staccato, los gritos, mi violín tenía vida propia y cada acorde era una aguja, más gritos, y podía oler la leche caliente. Esa infancia, el cielo violeta del atardecer y ese olor, tantos recuerdos, mi mamá que siempre me daba leche caliente.
Me aferré al violín, lo sentía junto a mi y estábamos los dos en otro mundo, en un mundo propio, hablando el mismo idioma, sintiendo las mismas agujas y era todo color violeta.
***

La niña se quitó el antifaz y lo colgó en la pared junto a los otros.
Todo había empezado cuando le regalaron uno para su cumpleaños y se puso a pintarlo y pegarle mostacillas de colores. Le quedó horrible, pero su vida era tan monótona que decidió ponerse a decorar antifaces.
Nunca podía salir de su casa y a veces ni de su pieza, y si lo hacía, los gritos de sus padres le llegaban como flechas, como punzantes agujas, así que prefería obedecerlos siempre y vivir en la monotonía de su habitación.
Con los antifaces, la niña encontró un pasatiempo y una vía de escape. Cada vez que se ponía uno sentía que ya no era ella y que podía viajar a cualquier lugar, dejar esa vida y ser libre, convertirse en quien quisiera. Podía ser una María Callas, una Anna Pavlova o una Vanessa Mae.
Ya no sabía cuantos antifaces había hecho. No tenía la paciencia de contar todos los que estaban colgados en las paredes de su pieza. Tenía de todos los colores y formas, hechos con distintos materiales y técnicas. El que más le gustaba era uno color violeta, de forma alargada y terminada en finas puntas. Cuando lo usaba, sentía que estaba en otro mundo, en un mundo propio.
***

Su madre entró en la habitación llevando la bandeja con la once. Intentó abrirse paso entre el terrible desorden, corriendo con el pie las hojas de diario que estaban tiradas por todo el suelo y que empapelaban la pared.
Toda la pieza se inundó con el aroma de la leche caliente. Dejó la bandeja sobre la mesita y acarició la cabeza de la niña que parecía no notar su presencia, muy concentrada haciendo movimientos con los brazos y con ese pedazo de diario que siempre tenía sobre su cara amarrado con un elástico.

Este cuento lo escribí hace años ya, y es mi favorito de los que conservo de entre primero y tercero medio más o menos. Ahora podría mejorarlo mucho, la historia me sigue encantando y aaaalgo he mejorado en este tiempo como para poder reescribirlo, pero le tengo un cariño que me impide cambiarlo. Como que es muy de esa época, me leo muy.... mmmm... niña. En fin...
POSTEA, SE QUE LEISTE, POSTEAAAA.

sábado, 14 de abril de 2007

Los sentimientos y observaciones del hombre solitario son al mismo tiempo más confusos y más intensos que los de las gentes sociables; sus pensamientos son más graves, más extraños y siempre tienen un matiz de tristeza. Imágenes y sensaciones que se esfumarían fácilmente con una mirada, con una risa, un cambio de opiniones, se aferran fuertemente en el ánimo del solitario, se ahondan en el silencio y se convierten en acontecimientos, aventuras, sentimientos importantes. La soledad engendra lo original, lo atrevido, y lo extraordinariamente bello; la poesía. Pero engendra también lo desagradable, lo inoportuno, absurdo e inadecuado.
La muerte en Venecia
Thomas Mann

sábado, 3 de marzo de 2007

Películas del vulgo, segunda parte.

Hace un tiempo subí una entrada sobre esas tontas películas hollywoodenses a las que he aprendido a amar, pero sin darme cuenta terminé haciendo una lista de películas que, por intentar buscarles algo en común, y lejos de la idea original, podría decir que tienen grandes escenas con grandes canciones que pasaron a la historia.
Es que al hablar de películas (y libros también), me es difícil clasificar porque son tantas las que merecerían estar en una lista de mis favoritas. Es por eso que decidí hacer varias listas, que iré subiendo de a poco, pensadas bajo los más arbitrarios y antojadizos criterios, para poder nombrar las películas que quiera nombrar, y no las que deba, cosa tanto más aburrida y que se presta para que muchas se me queden en el tintero.
Hoy intentaré capturar la esencia de la lista anterior, para continuarla con aquellas películas que faltaron.
1. No es otra tonta película adolescente.
Para serle fiel a la idea original de las películas tontas, es imposible no incluir el clásico de clásicos, The breakfast club, conocida también como El club de los cinco. Pero seré sincera, para mí esta película no es tonta y tiene un valor incalculable. Además de una espectacular banda sonora que incluye el temón Don’t you forget about me, que me emociona cada vez que aparece por la radio, esta película es el resumen y la obra magna de los ochenta. Cinco estudiantes son castigados y deben pasar todo un sábado en una sala de clases, se conocen, se hacen amigos y hasta se enamoran. Hermoso. Para qué hablar de los protagonistas, las indiscutibles estrellas de la época que, junto a la guapa Demi Moore, formaron el mítico Brat Pack, un grupo de adolescentes actores que eran grito y plata, que lo tenían todo y se daban LA vida, reventándose hasta el hartazgo y viviendo en los más caros hoteles. Los ochentas no hubiesen sido ni la sombra de lo que fueron de no ser por la mítica colorina Molly Ringwald (nunca puedo recordar el apellido, gracias Google), y no se quedan atrás Emilio Estévez (qué puedo decir de EMILIO ESTÉVEZ) y Judd Nelson, oh Judd... Judd... que hace de esta película un clásico gracias a su personaje, el inolvidable rebelde Bender, que pasó a la historia con frases como “Eat my shorts” y “It will be anarchy!!”. Mención especial para Allison, la niña freak que tanto quiero.
Fue un real placer reencontrarme con esta película que vi tantas veces en La red durante mi infancia (típica película del 4, mientras en el 13 daban incansablemente “Querida, encogí a los niños” y “Mira quién habla” y en el 7 “Mi pobre angelito”), pero que injustamente había olvidado. Sólo sabía, cuando veía los comerciales, que yo había visto esa película porque las escenas “me sonaban”. Verla entera nuevamente y recordar cada detalle me hizo reencontrarme con una película que tomó un sitial importante en mis influencias audiovisuales, explicándome tantos otros gustos posteriores. Además, es lindo pensar por un rato que la high school gringa no es tan mierda, que los adolescentes pueden dejar de ser crueles entre ellos y hacerse grandes amigos a pesar de las diferencias (y aquí ya no hablo de zonas geográficas específicas) y que todos tenemos dentro a una freak, un cerebro, un atleta, una princesa y un criminal... un BREAKFAST CLUB !!!
2. ¿Chupa la callampa?
Y porque la lista anterior casi termina siendo explusivamente de musicales, y porque la lista anterior casi termina siendo una oda a Travolta, infaltable es el clásico de los clásicos (y éste si que es clásico de los clásicos)... GREAAASE. El que no ha visto esta película puede comenzar a dibujar una ele en su frente, y a reconocer su condición de aislado de la cultura pop y, simplemente, de la cultura.
No me importa lo que digan, a esta película yo también la amo, y simplemente no diré nada más, porque con ese movimiento pélvico que tiene Travolta y esas inolvidables canciones, las palabras sobran.
Grande Grease, grande grande grande grande, grandísima Grease. Con ustedes, una de las escenas más influyentes en nuestra memorabilia.


3. Make love, not war.
Continuando con la cultura pop, con la música y con las películas cuyo aporte cultural se ha puesto en duda, es imposible no mencionar Hair, un musical de Broadway que se adaptó magistralmente al cine. Está bien, sé que películas sobre la paz y la guerra (nótese cómo le hice al quite a la referencia tolstoiana) hay muchas, y que esas muchas seguramente entregan el mensaje de mejor manera que este desesperado intento de Broadway de integrarse al mundo en un momento en que todos estaban aburridos de los glamorosos musicales que parecían hechos a años y kilómetros de distancia de todo lo que pasaba en ese entonces. Pero qué importa, si igual la película es de esas que quedan en la cabeza, y uno igual se acuerda de que habla de Vietnam y amor y pash ashí shúper en la wena onda y amémonos hermanos jipis, y aunque en Chile no fuera tan conocida, igual no más que tiene canciones que forman parte de la memoria colectiva como Aquarious (sí, yo soy acuario, lo que de la un valor agregado) y Let de sun shine (si usted no ha visto la película y tiene intenciones de hacerlo, no haga click en este link, ya que lo condurcirá al video de la canción final, en el que podrá ver algo que, derechamente, le cagaría la película). Además, aunque no me gusta reconocerlo porque NO es planeado, no puedo negar que algo de jipi tengo, y no hay nada que me de más gusto que esta película con jipis de verdad, de los gringos, no como el chanterío de Piedra Roja, que cantan para que no les corten el pelo y porque aman la vida. Increíble Treat Williams (¡¡¡sí, el de Everwood!!! jajajajaja), aunque todos son tan adorables...

Con ustedes, una de mis canciones favoritas de la película :) (amo la bailá arriba de la mesa)


Y simplemente para no embalarme y terminar escribiendo toda la tarde (y quizás la noche), volveré a dejar de lado a taaaaantas películas que deberían estar aquí. Además, no quiero subir muchos videos de una sola vez. Eeeen fin, sólo me queda por decir... posteeeeea, posteeeeeeeeeeeeea.

lunes, 26 de febrero de 2007

De Universitatis

Escribo desde mi computador, en Santiago, después de una agradable semana en Mendoza, durante la cual tuve la oportunidad de tener entretenidas, interesantes y fructíferas conversaciones con mis amigas Maureen y Trini. Una de esas conversaciones trató sobre la literatura, más bien sobre "el medio" y nuestra carrera, siendo la gran conclusión que algo hay que hacer, que no podemos quedarnos de brazos cruzados.
No es una tarea fácil, de eso no hay duda, pero por algo hay que empezar y, si tengo un blog, por qué no escribir aquí mis ideas y sueños. Cada vez voy descubriendo más problemas y obstáculos en el mundo en el que decidí vivir (¿habrá sido una decisión, o nací para esto y no tuve más opción?), y en lugar de frustrarme, lo mejor que puedo hacer es intentar o al menos proponer un cambio en este “Mundo Literario”, por llamarlo de alguna forma.
El problema que más de cerca me llega en estos momentos es el de la malla de mi universidad, que me atrevo a extenderlo a todas las universidades, porque no es un problema que surja de un Juanito Perez al que se ocurrió poner este ramo y no este otro, sino que las mallas reflejan el mundo para el que nos están preparando, y ese mundo es el mismo para todos los que salimos de la carrera, seamos de la Católica o de otras universidades. Así, el problema de los ramos resulta ser algo mucho mayor, que se relaciona con nuestro rol, con lo que debemos entregarle a la sociedad y con lo que esta misma quiere recibir.
La formación en literatura debería ser mucho más amplia y a la vez más específica, es decir, deberíamos tener una formación que nos permita mirar la literatura desde diversos campos, ya que, como bien lo dijo mi amiga Maureen, casi con las mismas palabras que yo lo hubiese dicho, la literatura es el arte que reúne a todas las artes, y es fundamental que tengamos la capacidad de estudiar, comprender y analizar las relaciones y colaboraciones que existen entre la literatura y tantas otras áreas. De ese estudio interdisciplinario viene la necesidad de una formación más amplia, y de ahí mismo surge la idea de la especificidad, tan poco valorada en mi universidad.
Está bien, todos sabemos lo seco que es Clemens, pero por favor, denle trabajo a alguien más aparte del pelao. Nunca he estado de acuerdo con eso de las “vacas sagradas”, y lamentablemente parece ser que así funciona mi facultad. Lo único que le falta a Clemens por hacer es el aseo, porque está a cargo de todo lo imaginable, mientras que otras personas muy capaces y preparadas se pierden y no se aprovecha su excelente preparación en temas específicos. Pongo como ejemplo a un profesor que ni siquiera me ha hecho clases, Danilo Santos, pero que todos sabemos que es experto en el tema de literatura y ciudad. Tener su preparación debería ser requisito suficiente para ser tan valorado como lo son otros, aunque lo suyo sea sólo un tema. De hecho, en la literatura eso es importantísimo, ya que sin especificación no podemos alcanzar tanta profundidad en nuestros trabajos, y la literatura es tan amplia que no concibo la idea de quedarme sólo con una formación general, que nunca podría ser más que una pincelada por diversos temas ya que nadie tiene tiempo ni cabeza para desarrollarse plenamente en tantos temas, épocas, estilos, etc., etc., etc.
Es cierto que las tendencias actuales proponen una mayor especificación en los programas de postgrado, idea con la que estoy plenamente de acuerdo, pero de todas formas creo necesaria una pequeña formación en algún tema en el que podamos alcanzar mayor profundidad y capacidad de análisis. Lo ideal sería un cambio en la malla que nos permita sacar certificados académicos en nuestra área, o algo parecido a los certificados, haciendo una buena planificación de los optativos de profundización. No me cabe duda de que hay profesores capaces de planificar un pequeño grupo de cursos dirigidos a un tema específico, como la ciudad en el caso de Danilo Santos o el erotismo en el caso de Ángel Rodríguez (que también domina tantos otros temas), y así se presentaría una oportunidad para los recién egresados, o incluso alumnos de cuarto, de hacer pequeños cursos que les servirían de experiencia, de la misma forma que se hacen los talleres de introducción a la literatura y a la lingüística.
También haría una modificación de los cursos obligatorios. Después de primer año, deberíamos tener la opción de tomar cursos de literatura o lingüística, en lugar de tener que tomar de las dos áreas. Dejaría como obligatorios sólo los más básicos para que se justifique que salgamos con las dos licenciaturas, pero creo que la formación en las dos áreas es demasiado superficial. Debería existir la posibilidad de elegir entre un tercer curso de literatura universal y otro de fonética, por ejemplo, ya que son dos ramos que vemos de forma muy general, pero que no podrían verse de forma más específica sin la oportunidad de elegir, porque no tendría sentido tener más fonética si esa no será mi área, como tampoco tiene sentido que los lingüistas tengan una mayor formación en universal.
Todo esto apunta, más que nada, a una profesionalización de la literatura. El campo laboral para el que nos están preparando me desilusiona un poco, y la única forma de cambiar ese campo es prepararnos para algo mejor, para algo que nosotros mismos podemos construir. Pero este no es un problema que se solucione sólo con un cambio de malla, sino que es fundamental un cambio de actitud. La inercia no nos lleva a ningún lado, menos en una carrera como la nuestra en que es tan necesario ser “movido”. Debemos crear instancias de participación, de diálogo y discusión, y darles el valor que merecen.
En una entrada anterior ya hablé de la poca concurrencia al coloquio de Diamela Eltit que se hizo en mi Universidad. Eso pasa obviamente por el desinterés de mis compañeros, pero también por una falta de planificación y de unión “del medio”. Los horarios pudieron ser otros, más cómodos para estudiantes y profesores, y se pudo invitar a otras universidades, o por lo menos a la Chile. Hace falta diálogo, unión, darle mayor importancia a estas instancias. Si tuviéramos conciencia de lo que se puede lograr, si nos interesáramos por lo que otros pueden mostrar y existiera una mayor colaboración, seríamos un sector mucho más valorado, podríamos llegar mucho más lejos de lo que ahora podemos. La literatura no es masiva, está claro, pero sí tiene un rol y un mensaje que debería llegar a mucha más gente y es un poco frustrante que no seamos capaces de salir del pequeño círculo en el que estamos estancados.
Con respecto al diálogo y la colaboración, creo que los talleres literarios son una excelente instancia. Yo ya he participado en dos, y hubiese sido muy bueno poder interactuar con otros talleres, leer a otras personas para saber en qué parada está el resto de mi generación, y hasta encontrar gente con la que comparta ideas y proyectos. Es difícil lograr las cosas solos, y también es difícil conocer gente con los mismos intereses si no hay donde ni cuando. Los talleristas deberían estar más conectados, se podrían organizar de vez en cuando lecturas un poco más masivas, y con lo útil que puede resultar internet, con mayor razón deberíamos fomentar el diálogo. También sería excelente que todos los talleres (o los más importantes) sacaran juntos algunas publicaciones que se distribuyan principalmente en las universidades, en los mismos talleres, y en las editoriales. Así se fomentaría el diálogo, la interacción, y nunca estaría de más que las editoriales tuvieran un registro, para que cuando reciban textos, puedan acceder a una especie de historial de cada persona y tengan acceso a otros textos de la misma persona.
Y así, son muchas las ideas que pueden surgir, pero todo apunta a no quedarse quieto, a no conformarse con lo tenemos e intentar hacer cambios. Una de las cosas que más me gusta de mi carrera es justamente su defecto: que hay tanto por hacer, son tantas las cosas que faltan y los errores que se cometen, y cada vez me siento más responsable, con más herramientas para lograr cambios importantes. El punto es que si cada uno va por su lado, pocas cosas se lograrán. Todo depende de “nosotros”, nosotros como generación, como el gran grupo que somos, aunque sea difícil vernos como una unidad. Sólo falta encontrarse, soñar y planificar.


Hey, tú, que sé que leiste... posteeea, posteeeeea

lunes, 5 de febrero de 2007

La delgada línea roja

Cuando éramos chicas con la Leo, me acuerdo que ella siempre subrayaba la palabra en la que quedaba al leer los libros del colegio, en lugar de usar un marcador. Ese sistema era mejor, porque así sabía exactamente hasta dónde había leído y no sólo la página hasta la que había llegado. Eso decía ella. Para mi, un marcador era la única opción. Rayar un libro me parecía derechamente un ultraje, un pecado.
Hoy, mi visión es completamente diferente. Aunque sigo sin aprobar aquella práctica de mi querida amiga, al menos mi criterio para estar en desacuerdo es otro. Me encantan los marcadores, no sé por qué no los colecciono siendo que son un objeto que, para mí, bordea el fetichismo. Además, meterle lápiz a un libro cuando no es necesario, no me parece. Pero hay muchas ocasiones en que sí lo es. Antes, creía que subrayar un libro de por sí era pecado, algo que no podía entender, que arruinaba cualquier ejemplar.
Quizás en gran parte gracias a que en la universidad me he acostumbrado a subrayar miles de fotocopias para estudiarlas, le perdí el miedo a las líneas esas. Ya no concibo tener una fotocopia frente a mis ojos sin tener en mi mano ese lápiz tinta rojo que encontré en mi casa hace años, que no sé cómo aún escribe, y que es mi regalón porque ningún otro tiene ese grosor y ese particular y especialmente bello color rojo.
Esa costumbre estudiantil se desplazó a la literatura, a las lecturas de placer (aunque muchos textos de estudio son un placer, claro está). Aunque, aclaro, no subrayo los libros con lápiz rojo. Lo hago con lápiz negro o azul, aunque principalmente con lápiz mina, aun sabiendo que no borraré jamás lo destacado, pero quizás para quedarme un poco más tranquila, con la seguridad de que lo que hice no es irreversible (no es tan fácil cambiar una idea tan arraigada como la de mantener los libros pulcros, lejanos a toda intervención).
Inmediatamente aparece en mi cabeza otra anécdota. Mi mojigata familia conoce a muchos curas, amigos de toda la vida, y alguno de ellos, ya no recuerdo cuál, contó que una vez le regaló una biblia a unos recién casados. Años después fue a la casa de ese matrimonio, y ellos, orgullosos, le mostraron al cura la misma biblia intacta. “Mire padre, la tenemos igualita a como estaba cuando nos la regaló, para que vea cómo la hemos cuidado”. El cura nos contó la gran decepción que eso le produjo, porque hubiese preferido por lejos que la biblia se estuviera desarmando de tanto que la abrieron, que ya no tuviera más espacio en los márgenes para anotaciones, que hasta tuviera manchas de comida, de café, por haberla consultado tantas veces, incluso al comer.
Y qué razón tenía el cura ese. Porque, a diferencia de lo que antes pensaba, los libros no son obras creadas sólo por otros, sino que cada uno es parte de su creación, porque al leer un libro, al mezclarlo con lo que somos, al interiorizarlo, disfrutarlo, vivirlo, se crea una segunda obra, y es ahí donde entra el subrayado. Es posible apropiarse de un libro escrito por otro, y la mejor forma de hacerlo, es perpetuando aquellos episodios que conforman nuestro libro personal.
Lamento profundamente no haber adquirido este hábito antes, para haber subrayado tantas cosas que lo valían. Cómo quisiera consultar con exactitud aquellos pasajes de Rayuela que movieron algo en mí con mayor fuerza (aunque, generalmente, con abrir el libro en cualquier página basta). También lamento no haber subrayado Los detectives salvajes (más ahora que se lo prestaré a la Pep, cosa que no suelo hacer, así que no se entusiasmen), Madame Bovary (aunque aquellas partes memorables aún las recuerdo y podría encontrarlas gracias a mi memoria, pero la memoria es frágil, eso todos los sabemos), La Velocidad de las cosas (aunque las circunstancias son diferentes, porque de cierta forma no me pertenece, y siempre he pretendido devolverlo), y tantos, tantos, tantos otros libros.
Me enloquece la idea de tener una gran biblioteca, a punto de estallar de tanto libro que tendría, ordenada con un criterio caótico y muy personal para ser la única persona capaz de encontrar los libros, muy al estilo de El nombre de la rosa. Pero esa biblioteca no estaría completa sin aquellas líneas que personalizan cada libro.
Pensando en el libro como mucho más que su contenido, en el objeto, en el fetiche, en el valor sentimental de la posesión más que de su lectura, el subrayado hace que un libro sea invaluable. Lo convierte en un ejemplar único, en una primera edición prácticamente inencontrable.
Déjame leer tus subrayados y te diré quién eres, puede convertirse en uno de los dichos con mayor sentido de la historia, junto a en casa de herrero, cuchillo de palo. Ese si que es cierto, qué le vamos a hacer. Imposible no recurrir a otra pequeña historia, cuya protagonista es una amiga de mi papá de toda la vida -desde antes de su aburguesamiento, claro-, gran amante de la literatura, una de esas personas que es bueno conocer. Resulta que para mi cumpleaños número 18, mi tía me regaló dos libros de su biblioteca personal. Uno de ellos estaba dedicado dos veces, una para mí, y la otra era, por supuesto, era una dedicatoria para ella, escrita hace varios años. Aunque no es lo mismo que un subrayado, aquella intervención en la impecable página es el vestigio de una historia que hace a ese libro diferente a todos. A esta misma persona le pedí La divina comedia, y grande fue mi impresión al ver que en el Tercer Recinto del Séptimo Círculo del Infierno, mi tía escribió “¡ suicidas !”. Resulta que hace años, muchos años, un gran amigo suyo y de mi papá se mató. Si el libro hubiese sido mío, hubiese escrito lo mismo. Y así, poco a poco, he ido valorando esto del subrayado. Tanto, que los libros que no reciben mi intervención, pierden gran valor. Los hermanos Karamazov, libro que me ha consumido este verano, sin duda quedará en mi memoria como una gran obra, como una historia apasionante y perturbadora que me recuerda lo genio que es este Dostoievsky, pero el haber subrayado tan poquitas líneas, más aún considerando el grotesco grosor del libro, lo aleja un poco de mí, hace que quede en el grupo de excelentes libros de excelentes autores, pero no está ni cerca de quedar entre esos libros que se pueden (o se necesitan) consultar una y otra vez, ya sea como guía o por simple deleite. Es difícil de explicar, porque Los hermanos Karamazov tendrá sin duda un lugar privilegiado en mi biblioteca mental, pero no lo imagino gastado, carreteado, como ese cura quiso que estuviera la biblia que regaló. Y lo que pasa es que hay un criterio a la hora de repensar los libros que está lejos de todo lo que pueda aprender en la Universidad, lejos de toda la maestría que pueden alcanzar los genios, y me encanta haberlo encontrado y haberlo convertido en un hábito. Lo recomiendo, porque además, adoraría pedir un libro prestado y ver que está subrayado. Para qué decir que, si alguna vez publico un libro, moriría de un infarto si me encuentro con un ejemplar tan significativa y sentimentalmente intervenido.

sábado, 3 de febrero de 2007

Yo también soy parte del vulgo...

...y consumo todo lo que es cultura pop.
Hace ya unos años, era la típica niñita artishta y súper intelectual que disfrutaba del cine arte, renegaba de su pasado musical (Aqua, Spice girls, y un largo y comercial etcétera), se vestía diferente, y cosas por el estilo. Con el tiempo me he ido dando cuenta de que la cultura de lo desechable, lo masivo y la comercialidad es una cultura inmensamente rica y atractiva. Empecé enganchando con Warhol que, claro, era un gusto que no me desperfilaba y que aún permanecía dentro del arte, hasta que me liberé no más y comencé a rescatar la música de mi infancia, a valorar toda esa basura que nos entregaba la tevé y a amar el cine que antes consideraba tonto y superficial. En esa etapa intelectualoide, mi amor por Hollywood llegaba sólo hasta finales de la década de los 50, además de grandes clásicos como la PER-FEC-TA Novicia rebelde y una que otra película que lograba cautivarme. Ahora amo el cine de masas, a las grandes estrellas que engordan y se revientan en carretes, a diferencia de las glamorosas estrellas de antaño que de todas formas siguen siendo mi objeto de culto (que en realidad también se reventaban pero no lo parecía, porque en las fotos se veían despampanantes y glamorosas) y en especial amo a las películas TONTAS, con argumentos debiluchos, pero que entretienen hasta el delirio, que descansan en figuras potentísimas que ya tienen un sitial en mi imaginario pop, que tienen bandas sonoras pegotes, los medios hits... en fin, películas que marcaron una época y que por eso son tanto o más valorables que las películas under-artísticas-quetehacenpensar.
He aquí una selección de aquellas películas que me revolucionan las hormonas y las neuronas, y que sin duda han influido en mis gustos, en mi forma de ver el mundo, en todo lo que es mi pershona.... jajajaja y lo peor es que es verdad !!
1. Disco inferno
Qué importa que Tonny Manero sea un pendejo imbésil, si es el mejor en la disco, baby. Saturday night fever es un clásico de los clásicos... lamento no poder subir la película entera, o al menos todos los bailes, porque pesaría mucho, nadie los vería todos y ni siquiera estan todos en youtube. Esta canción si que fue un éxito, junto con TODAS las de la película. Igual dan ganas de haber vivido en esa época y autodestruirse en el Estudio 54 bailando como el Gran Tonny. Saludos también para Stephanie Mangano, su compañera en esta escena, en que bailan para ganar una competencia que evidentemente... ganan. Si usted no ha visto esta película, por favor HÁGALO y acuérdese de mí cuando baile la pareja de hispanos que sacaron el segundo lugar en esta competencia, aunque debieron ganar el primero, situación que hasta Tonny reconoce, porque claro, el protagonista tiene su nobleza escondida por ahí.
Pero no es que este baile sea malo, eso TOOOODOS lo sabemos. Cada paso es mejor que el otro, es una cosa que no se puede creer diossanto. Amo esa actitud como de indiferencia, casi como si improvisara, como que la pierna para atras y la otra para atrás y pelvis a la derecha, pelvis a la izquierda, dedo arriba, giro y tooodo eso saliera natural. Ja ja já !!! =D
Para el vestuario simplemente no hay palabras. Es una cosa que no se puede creer.
[RECIENTEMENTE EDITADO: Por alguna extraña razón, el video no se pueder, como si no estuviera en youtube... pero SÍ está, y éste es el link: http://www.youtube.com/watch?v=s2S29gXTUBk ]
Y si More than a woman es demasiado lenta para usted, aquí tiene toda la libertad de mover la pelvis hasta el hartazgo. Pero debo decirle que jamás podrá hacerlo como Tonny. Imposible describir todos los pasos que amo de este baile. Note el estado físico del joven Travolta en esa "pirueta al estilo ruso", y aprecie ese paso que sin duda marca los inicios del break dance.
Si alguna vez tengo una casa grande y estilosa y muy bacán, pensaría seriamente en la posibilidad de tener una terraza techada con un piso como ese. El living ya sería como mucho.
El suelo luminoso no es lo único que amo, porque esos pantalones son una delicia. No hay nada mejor en este mundo que John Travolta con pantalones apretados, flaquito, moviendose tan disco, y esas patas de elefante que me gustan tanto tanto tanto.
Por último, cómo no resaltar la acomodada de mangas al principio, y cómo Tonny se apodera de la pista. Ídolo.
2. ¿Y él no estaba muerto?
Algún día me aprenderé este baile, que amo con pasión y ternura, y cuando encuentre a un hombre que se lo sepa, me casaré con él. Aunque no creo, porque probablemente sea gay.
Sé que ahora estoy rayando en lo mamón, pero es que Dirty dancing es Dirty dancing... cómo no amarla, cómo no amar ese vestido, la canción, esa polera apretadiiita :B
No hay más palabras, sólo mire, emociónese, y BAILE.
3. La mejor cara de la historia del cine
Es, sin duda, la cara de Gene Wilder al ver a la inolvidable chica de rojo. La canción ya no puede ser mejor, es que es una cosa que no se puede creer. Por favor, disfrute la última parte del video, de la que no diré nada... sólo... GENE, TE AMO (aunque no con esa voz ezzzpañola)
4. Con unos kilitos de más
Como me quedé pegada con el baile, Travolta y las canciones inolvidables, es imposible no incluir en la lista a esta película que, lejos de ser una película de baile, tiene uno de los más memorables. Tooodos sabemos que esta película no es tonta ni nada, pero qué importa... no puedo aguantar subir este video.
Pulp fiction es una película que, lo reconozco, no me gustó en un principio. Tenía algunos problemas personales con Tarantino que ya estan solucionados, en gran parte gracias a escenas como esta.
Más flores para John, y también para la pobre Uma que hace lo que puede ante un mooostro como el que tiene ante sus ojos. Es increible cómo se salva sin bailar tanto, o más bien haciendo movimientos raros.
No me canso de ver esta escena, ni de girar feliz en la silla del computador al verla, o derechamente ponerme a bailar.
Y aunque la lista debería seguir, lo dejo para más adelante o la cosa se empezaría a poner fome. Sé que muchas veces (siempre) prometo una segunda parte en mis actualizaciones, pero ahora si que es verdad. No soy capaz de dejar afuera a tantas otras películas tan memorables como las ya nombradas.
Me despido con un "hasta pronto", y con la esperanza de haberlos motivado a bailar y reír.
Supongo que notaron mi esfuerzo al buscar un video del twist de Pulp fiction con los subtítulos más adecuados.
No es necesario que me hagan notar que el número uno de la lista (el número no tiene relación con un orden de preferencias) se titula "Disco inferno" y NO incluí el video de esa canción... fue sólo un rescate del nombre de tan magno clásico que a mi parecer queda perfecto como título.

jueves, 1 de febrero de 2007

Birthday

Y porque el calor es el peor aliado para el computador y me da una lata indescriptible estar aquí, por hoy sólo les daré un itinerario de lo que fue mi cumpleaños (incluyendo el día antes y el día después). Reflexiones y párrafos más largos y debidamente elaborados, para después.
25 de enero: Creo que el 23 o 24 me fui a la parcela con mi hermano, el Pipo. Allá estaban (y están y estarán) mis papás. La parcela es un lugar donde pasé gran parte de mi infancia, o la parte más recordable que serían las largas vacaciones, fines de semana y todos los momentos que se puedan relacionar con despreocupación y juegos. Fueron esos momentos los que reviví con el Pipo, que siempre fue mi incansable compañero de tardes entretenidas, de esas en que se hacen mil cosas y uno se cansa, se cansa, pero sigue jugando, y hay que tomarse una once bien contundente con cosas ricas para después seguir jugando y en la noche uno se acuesta y se da cuenta del cansancio y de lo bueno que fue el día. Durante todo el jueves jugué pin pon, me bañé en la piscina, leí, jugué más pin pon, después hasta jugamos bádminton y nos reimos muuucho porque es tan complicado pegarle a la pelota-pluma o lo que sea, y me equivoco porque la raqueta es larga y estoy acostumbrada a la de tenis o a las paletas de playa o por ultimo a la de paddle y a la paleta de pin pon, entonces no calculo y no le pego a la pelota-pluma, y mi perra quiere jugar también y la pelota cae en el árbol pero muy arriba y mi hermano dice “ah que fácil, yo la saco”, y no puede y es tan tan gracioso, y me encanta, y al final obvio que puede sacarla y seguimos jugando hasta que hay que tomar once.
26 de enero: “feliz cumpleaños chiquititaaaa” y es raro pensar que la chiquitita de la casa ya tiene 19 y que mis hermanos grandes ya son adultos y que las cosas han cambiado tanto y todo seguirá cambiando tanto. Ok, dije que las reflexiones para otro día, pero esta es súper cortita: es que para mi no es sólo cumplir años, porque soy la menor, y conmigo crecen todos (qué ególatra sonó), pero es cierto, al crecer yo, crece la casa, ya no hay una niña, ya estoy en la Universidad hace un año, mi mamá pasó a tener otro papel, mis hermanos también, y todo cambia, porque el tiempo pasa, y todos ven eso en mí más que en otras cosas. Fue un día entretenido, siguió la rutina de la infancia en la parcela, por un día todo el mundo me amó y me llamó y me mando mensajes y más tarde volví a santiago para ir a ver María Antonieta (probable comentario próximamente). Comentario aparte debería recibir el regalo más esperado: la entrada para ROGER WATERS. Eso también queda para después (y de esto si que escribiré, lo prometo).
27 de enero: Quizás sigo siendo una niña porque me encanta despertar al día siguiente y ver un montoncito de regalos en el suelo (menos la entrada para ROGER WATERS, que no estaba en el suelo, de la que escribiré después, lo prometo). Después de almuerzo fui al jumbo a comprar el sofisticado menú que ofrecí en mi distinguida tertulia a un selecto grupo de amigos. Algunos problemas hubo, pero fueron solucionables, como hacer “destapaditos” en vez de tapaditos debido al insólito número de personas que había en santiago para esa fecha, y sacrificar un pollo... deshuesado de la casa para hacer más pasta para los destapaditos. Bueno, después de todo, nada es problema teniendo en mi poder la entrada para ROGER WATERS, de la que escribiré después, lo prometo. Y así se me pasó la tarde, ordenando o más bien decorando el living, el comedor y el patio para que estuvieran a la altura del evento, grabando música y buscando música ya grabada que concordara con alguno de los dos ambientes y planeando cómo servir el aperitivo.
Luego empezó a llegar la gente pulcramente semiformal, y al fin vi a la KITA !!!, sin desmerecer a los demás invitados, claro está, pero es que no la veia hace taaaaanto, y nos quedamos conversando con Ton hasta temprano O_o, y la Kita se quedó a dormir y reí hasta las lágrimas (uh que raro ¬¬) y también vi por fin a la Turry y la Pancha que nunca nos resulta juntarnos, en fin, tantas cosas, y mi perro que es tan adorable y para variar fue el personaje más importante de la tertulia, porque es tan caballero y tierno y distinguido. Y realmente adoré verlos todos semiformales, ya saben, adoro los detalles y el buen gusto.
Jajajaja, ya, TENGO CALOR, y también tengo 19 y una entrada para ROGER WATERS.
Cambio y fuera.



Uy, que negro mi humor, notaron lo del pollo sacrificado?

Y ojo que las canciones de los beatles son inagotables fuentes de nombres de entradas para blog.

Algunas fotos más en www.fotolog.com/jesu_gibbons (las subiré de a poco... pacieeencia)

martes, 9 de enero de 2007

Paperback writer

Hace unas semanas, pocos días después de salir de vacaciones, me dediqué a ordenar profundamente mi pieza. Leí cada papel que tenía (y tengo muchos), incluyendo diarios de vida, cuadernos viejos, agendas y cartas. Ordené todas mis carpetas (y tengo muchas), donde guardo ñoñeces y cosas interesantes cuyos orígenes son el colegio, diarios, revistas, pasquines y un cuanto hay de publicaciones. Para qué hablar de cachureos de variadas índoles, pequeños recuerdos, cosas encontradas por ahí, dibujos, recortes, y un prominente etcétera.
Muchísimas son las cosas que merecen un espacio en mi blog, pero hoy sólo hablaré de mis cuentos, muchos sin terminar, y relatos en general que encontré por montones. En primer lugar rescato mi primer y, hasta ahora, único libro. Sí, escribí un libro. Tenía nueve años y creí que un libro era la mejor manera de inaugurar el lindo cuaderno de Mickey que me había regalado mi hermano Andrés para Navidad.
Al encontrar el cuaderno y recordar que en él estaba mi libro, pensé que al abrirlo me reiría al encontrar un relato cortísimo, pero no fue así. Bueno, largo no es, no supera las 25 hojas de un cuaderno mediano escritas con una letra muy grande y redonda. Pero era más de lo que esperaba, y para qué decir que en esa época, escribir tal cantidad de páginas era tanto pero tanto más de lo que es hoy.
Ahora ya no tengo esa perseverancia. Por un lado, porque me acostumbré a los cuentos más cortos, costumbre que adquirí por libre elección cuando estaba en segundo medio. Pero por otro, porque no tengo el mismo entusiasmo, porque antes de empezar algo más largo creo que no lo terminaré así que para qué empezar. Que horrible declaración.
Leer tantas cosas que escribí de niña me alegró y hasta emocionó un poco, pero de alguna forma significó también una decepción. Escribí mucho más de lo que recordaba, y aunque la mayoría de los cuentos no los terminé, tenía plena conciencia de que escribir mucho me serviría para aprender, para ir corrigiendo errores, y escribía, escribía, escribía y claro que me sirvió, en poco tiempo progresé mucho, y debo decir que hasta me impresioné de lo bien que llegué a escribir a tan corta edad. El progreso que hay desde ese libro con el que empieza mi cuaderno, hasta el cuento inconcluso con el que termina (aunque muchas hojas quedaron en Blanco) es lejos el mayor progreso por el que han pasado mis humildes escritos.
Lamento no haber seguido escribiendo así. Mi época de oro fue entre los 8 o 9 años hasta los 11, más o menos. Después vino un periodo de creaciones muuuy esporádicas (aunque escribir nunca dejó de gustarme) hasta que cuando tenía unos 15 años, la perseverancia de antaño daba señales de resurrección. Si hubiese seguido escribiendo tan afanosamente durante esos 4 años de aridez, sin duda hoy escribiría mejor. Y me desalienta un poco pensar que cuando niña era bastante más talentosa que hoy (proporcionalmente, claro está). Más me desalienta que estoy entrando nuevamente a un periodo como el que viví entre los 11 y los 15. Con la universidad dediqué menos tiempo a la escritura, a lo que hay que sumar una desmotivación de la que ya hablé en una entrada anterior. La situación tomó proporciones inimaginables durante el segundo semestre, durante el cual no escribí más que un par de páginas. Al menos, tengo plena conciencia de la situación y tengo todo el ánimo de revertirla, más todavía estando en vacaciones. Quiero irme a mi parcela unos días para tener mucho tiempo y concentración para escribir todas esas cosas que están colapsando mi cabeza y que necesitan salir catárticamente.
Yendo un poco más allá del mismo hecho de escribir, me llamó mucho la atención lo que escribía. Recuerdo que en ese entonces no pretendía ser autobiográfica, y ahora veo claramente miles de cosas que eran reflejo de lo que vivía. Me pregunto si en unos años veré en mis actuales cuentos, que supuestamente son 98% ficción y 2% experiencias personales, más de mí de lo que creo que hay en ellos.
Es increíble ver gracias a mis cuentos cómo percibía el mundo, qué cosas me interesaban. Quedé genuinamente impactada al leer un cuento lamentablemente inconcluso en el que un amigo de la protagonista tenía miedo del mundo exterior a sí mismo y era juzgado por todos, menos por su amiga (obvio), como un loco. Las conversaciones de los amigos, los pensamientos de este “loco” y su interesantísima personalidad me impresionaron de una forma inexplicable. Es raro que olvidara que había escrito eso.
De tanto leer lo que escribí hace años, recordé mucho lo que pensaba, lo que quería, mis sueños y proyectos. Al menos, para apalear esa decepción de “podría ser mejor si hubiese escrito más”, puedo mirar para atrás y paradójicamente sentir que no perdí el tiempo, que me dediqué a las cosas correctas, que estoy en el mejor lugar posible y que aun queda tanto por delante, muchísimo más del tiempo que ha pasado, y eso me da esperanzas y la posibilidad de soñar más que cuando era una niña. Quizás quería que muchas cosas fueran diferentes a lo que vivo hoy, pero esos eran sueños, y nunca fui muy aterrizada para soñar. Pero al pensar en las cosas concretas que quería para mí, me doy cuenta de lo bien que he elegido y de que esa niña estaría contenta con la Jesu de hoy. La literatura es algo que me apasiona y me quita el sueño desde hace años, incluso de antes de aprender a leer y escribir. Obviamente que no tenía las mismas concepciones y proyectos que hoy sobre la literatura, sino que la vivía como la niña que era. Y me doy cuenta que eso es la vocación. Muchas veces me he cuestionado por qué literatura, y le doy vueltas, y reflexiono, y llego a grandes conclusiones, cada vez más “profundas” y fundadas en todo lo que he aprendido. Pero al final, lo más profundo de todo es ese deseo inexplicable, lejano a todas las ideas racionales respecto a la vocación y la literatura, esas ganas de una niña de ser “escritora”, así, sin saber nada más de libros ni autores ni escuelas ni influencia alguna. Finalmente, el motor de todo es un impulso inexplicable, el mismo impulso que me hacía crear historias antes de saber escribir, con el que llenaba páginas y páginas de diferentes cuadernos cuando era una niña, que me hizo decidirme por literatura sin siquiera sentarme a pensarlo, y que hoy me tiene contenta al sentirlo aún en mí, inmutable a pesar del paso del tiempo y de todos los cambios que ha habido en mi vida.
Eso del 98% y el 2% es una grandísima exageración. La verdad, todo lo que sea exagerado, me encanta.