martes, 1 de mayo de 2007

Oda a la lengua

En la pieza, con la puerta cerrada pero sin pestillo porque no nos dejan, intentando no hacer ruido porque qué pasaría si nos escucharan, ahogando la risa nerviosa y la de las cosquillas, los dos bajo las sábanas, oscuro, sin aire, primero los besos en labios y cuello, como siempre, como todos, y su lengua que goza y ella que la siente, tibia, húmeda, inquieta, carnosa, por los hombros, alborotadora, no podemos hacer ruido, nadie puede venir, así que sólo la lengua, deliciosa bajo la polera, degustando y absorbiendo piel, piel blanca, piel rosácea, redondeces, y zonas palpitantes.
Lamiola, lamiola entera, hasta el útero ida y vuelta, callados, siempre. Marcas rojimoradas por todo el cuerpo, succiones varias, papilas gustativas excitadas y ella también, salivada, sensible en la piel toda, la lengua que la admira, que la alborota por todos lados, primero en los labios y después en el cuello, como siempre, como todos, después más abajo, un poco más abajo, ella escindida, roja, y la lengua en medio, lengua que sube y baja, lengua carnosa que entra y sale, que saborea y se entibia en viscosidades. Hasta el útero, la lengua.