viernes, 7 de octubre de 2011

Aunque todo el mundo callara, los hechos mismos gritarían.

"Dios sabe que no busqué en ti nada más que a ti mismo (...) El nombre de esposa parece ser más santo y más vinculante, pero para mi la palabra más dulce es la de amiga y, si no te molesta, la de concubina o meretriz (...) Prefería el amor al matrimonio y la libertad al vínculo conyugal. Dios me es testigo de que, si Augusto -emperador del mundo entero- quisiera honrarme con el matrimonio y me diera la posesión, de por vida, de toda la tierra, sería para mi más honroso y preferiría ser llamada tu ramera, que su emperatriz."

"¿Qué rey o filósofo podía competir en fama contigo? ¿Qué región, ciudad o aldea no tenía ansias de verte? ¿Qué casada o qué virgen no ardía en deseos del ausente y se quemaba con tu presencia? ¿Qué reina o gran mujer no envidiaría mis placeres y mi cama?"

"No debo esperar nada de Dios, pues todavía no tengo conciencia de haber hecho nada por su amor"

"Ojalá, querido mío, confiaras menos en mi amor, para que así fuera más solícito. Pero cuanto más seguro te sabes, más negligente te encuentro".

Eloísa a Abelardo.