Escribo desde mi computador, en Santiago, después de una agradable semana en Mendoza, durante la cual tuve la oportunidad de tener entretenidas, interesantes y fructíferas conversaciones con mis amigas Maureen y Trini. Una de esas conversaciones trató sobre la literatura, más bien sobre "el medio" y nuestra carrera, siendo la gran conclusión que algo hay que hacer, que no podemos quedarnos de brazos cruzados.
No es una tarea fácil, de eso no hay duda, pero por algo hay que empezar y, si tengo un blog, por qué no escribir aquí mis ideas y sueños. Cada vez voy descubriendo más problemas y obstáculos en el mundo en el que decidí vivir (¿habrá sido una decisión, o nací para esto y no tuve más opción?), y en lugar de frustrarme, lo mejor que puedo hacer es intentar o al menos proponer un cambio en este “Mundo Literario”, por llamarlo de alguna forma.
El problema que más de cerca me llega en estos momentos es el de la malla de mi universidad, que me atrevo a extenderlo a todas las universidades, porque no es un problema que surja de un Juanito Perez al que se ocurrió poner este ramo y no este otro, sino que las mallas reflejan el mundo para el que nos están preparando, y ese mundo es el mismo para todos los que salimos de la carrera, seamos de la Católica o de otras universidades. Así, el problema de los ramos resulta ser algo mucho mayor, que se relaciona con nuestro rol, con lo que debemos entregarle a la sociedad y con lo que esta misma quiere recibir.
La formación en literatura debería ser mucho más amplia y a la vez más específica, es decir, deberíamos tener una formación que nos permita mirar la literatura desde diversos campos, ya que, como bien lo dijo mi amiga Maureen, casi con las mismas palabras que yo lo hubiese dicho, la literatura es el arte que reúne a todas las artes, y es fundamental que tengamos la capacidad de estudiar, comprender y analizar las relaciones y colaboraciones que existen entre la literatura y tantas otras áreas. De ese estudio interdisciplinario viene la necesidad de una formación más amplia, y de ahí mismo surge la idea de la especificidad, tan poco valorada en mi universidad.
Está bien, todos sabemos lo seco que es Clemens, pero por favor, denle trabajo a alguien más aparte del pelao. Nunca he estado de acuerdo con eso de las “vacas sagradas”, y lamentablemente parece ser que así funciona mi facultad. Lo único que le falta a Clemens por hacer es el aseo, porque está a cargo de todo lo imaginable, mientras que otras personas muy capaces y preparadas se pierden y no se aprovecha su excelente preparación en temas específicos. Pongo como ejemplo a un profesor que ni siquiera me ha hecho clases, Danilo Santos, pero que todos sabemos que es experto en el tema de literatura y ciudad. Tener su preparación debería ser requisito suficiente para ser tan valorado como lo son otros, aunque lo suyo sea sólo un tema. De hecho, en la literatura eso es importantísimo, ya que sin especificación no podemos alcanzar tanta profundidad en nuestros trabajos, y la literatura es tan amplia que no concibo la idea de quedarme sólo con una formación general, que nunca podría ser más que una pincelada por diversos temas ya que nadie tiene tiempo ni cabeza para desarrollarse plenamente en tantos temas, épocas, estilos, etc., etc., etc.
Es cierto que las tendencias actuales proponen una mayor especificación en los programas de postgrado, idea con la que estoy plenamente de acuerdo, pero de todas formas creo necesaria una pequeña formación en algún tema en el que podamos alcanzar mayor profundidad y capacidad de análisis. Lo ideal sería un cambio en la malla que nos permita sacar certificados académicos en nuestra área, o algo parecido a los certificados, haciendo una buena planificación de los optativos de profundización. No me cabe duda de que hay profesores capaces de planificar un pequeño grupo de cursos dirigidos a un tema específico, como la ciudad en el caso de Danilo Santos o el erotismo en el caso de Ángel Rodríguez (que también domina tantos otros temas), y así se presentaría una oportunidad para los recién egresados, o incluso alumnos de cuarto, de hacer pequeños cursos que les servirían de experiencia, de la misma forma que se hacen los talleres de introducción a la literatura y a la lingüística.
También haría una modificación de los cursos obligatorios. Después de primer año, deberíamos tener la opción de tomar cursos de literatura o lingüística, en lugar de tener que tomar de las dos áreas. Dejaría como obligatorios sólo los más básicos para que se justifique que salgamos con las dos licenciaturas, pero creo que la formación en las dos áreas es demasiado superficial. Debería existir la posibilidad de elegir entre un tercer curso de literatura universal y otro de fonética, por ejemplo, ya que son dos ramos que vemos de forma muy general, pero que no podrían verse de forma más específica sin la oportunidad de elegir, porque no tendría sentido tener más fonética si esa no será mi área, como tampoco tiene sentido que los lingüistas tengan una mayor formación en universal.
Todo esto apunta, más que nada, a una profesionalización de la literatura. El campo laboral para el que nos están preparando me desilusiona un poco, y la única forma de cambiar ese campo es prepararnos para algo mejor, para algo que nosotros mismos podemos construir. Pero este no es un problema que se solucione sólo con un cambio de malla, sino que es fundamental un cambio de actitud. La inercia no nos lleva a ningún lado, menos en una carrera como la nuestra en que es tan necesario ser “movido”. Debemos crear instancias de participación, de diálogo y discusión, y darles el valor que merecen.
En una entrada anterior ya hablé de la poca concurrencia al coloquio de Diamela Eltit que se hizo en mi Universidad. Eso pasa obviamente por el desinterés de mis compañeros, pero también por una falta de planificación y de unión “del medio”. Los horarios pudieron ser otros, más cómodos para estudiantes y profesores, y se pudo invitar a otras universidades, o por lo menos a la Chile. Hace falta diálogo, unión, darle mayor importancia a estas instancias. Si tuviéramos conciencia de lo que se puede lograr, si nos interesáramos por lo que otros pueden mostrar y existiera una mayor colaboración, seríamos un sector mucho más valorado, podríamos llegar mucho más lejos de lo que ahora podemos. La literatura no es masiva, está claro, pero sí tiene un rol y un mensaje que debería llegar a mucha más gente y es un poco frustrante que no seamos capaces de salir del pequeño círculo en el que estamos estancados.
Con respecto al diálogo y la colaboración, creo que los talleres literarios son una excelente instancia. Yo ya he participado en dos, y hubiese sido muy bueno poder interactuar con otros talleres, leer a otras personas para saber en qué parada está el resto de mi generación, y hasta encontrar gente con la que comparta ideas y proyectos. Es difícil lograr las cosas solos, y también es difícil conocer gente con los mismos intereses si no hay donde ni cuando. Los talleristas deberían estar más conectados, se podrían organizar de vez en cuando lecturas un poco más masivas, y con lo útil que puede resultar internet, con mayor razón deberíamos fomentar el diálogo. También sería excelente que todos los talleres (o los más importantes) sacaran juntos algunas publicaciones que se distribuyan principalmente en las universidades, en los mismos talleres, y en las editoriales. Así se fomentaría el diálogo, la interacción, y nunca estaría de más que las editoriales tuvieran un registro, para que cuando reciban textos, puedan acceder a una especie de historial de cada persona y tengan acceso a otros textos de la misma persona.
Y así, son muchas las ideas que pueden surgir, pero todo apunta a no quedarse quieto, a no conformarse con lo tenemos e intentar hacer cambios. Una de las cosas que más me gusta de mi carrera es justamente su defecto: que hay tanto por hacer, son tantas las cosas que faltan y los errores que se cometen, y cada vez me siento más responsable, con más herramientas para lograr cambios importantes. El punto es que si cada uno va por su lado, pocas cosas se lograrán. Todo depende de “nosotros”, nosotros como generación, como el gran grupo que somos, aunque sea difícil vernos como una unidad. Sólo falta encontrarse, soñar y planificar.
No es una tarea fácil, de eso no hay duda, pero por algo hay que empezar y, si tengo un blog, por qué no escribir aquí mis ideas y sueños. Cada vez voy descubriendo más problemas y obstáculos en el mundo en el que decidí vivir (¿habrá sido una decisión, o nací para esto y no tuve más opción?), y en lugar de frustrarme, lo mejor que puedo hacer es intentar o al menos proponer un cambio en este “Mundo Literario”, por llamarlo de alguna forma.
El problema que más de cerca me llega en estos momentos es el de la malla de mi universidad, que me atrevo a extenderlo a todas las universidades, porque no es un problema que surja de un Juanito Perez al que se ocurrió poner este ramo y no este otro, sino que las mallas reflejan el mundo para el que nos están preparando, y ese mundo es el mismo para todos los que salimos de la carrera, seamos de la Católica o de otras universidades. Así, el problema de los ramos resulta ser algo mucho mayor, que se relaciona con nuestro rol, con lo que debemos entregarle a la sociedad y con lo que esta misma quiere recibir.
La formación en literatura debería ser mucho más amplia y a la vez más específica, es decir, deberíamos tener una formación que nos permita mirar la literatura desde diversos campos, ya que, como bien lo dijo mi amiga Maureen, casi con las mismas palabras que yo lo hubiese dicho, la literatura es el arte que reúne a todas las artes, y es fundamental que tengamos la capacidad de estudiar, comprender y analizar las relaciones y colaboraciones que existen entre la literatura y tantas otras áreas. De ese estudio interdisciplinario viene la necesidad de una formación más amplia, y de ahí mismo surge la idea de la especificidad, tan poco valorada en mi universidad.
Está bien, todos sabemos lo seco que es Clemens, pero por favor, denle trabajo a alguien más aparte del pelao. Nunca he estado de acuerdo con eso de las “vacas sagradas”, y lamentablemente parece ser que así funciona mi facultad. Lo único que le falta a Clemens por hacer es el aseo, porque está a cargo de todo lo imaginable, mientras que otras personas muy capaces y preparadas se pierden y no se aprovecha su excelente preparación en temas específicos. Pongo como ejemplo a un profesor que ni siquiera me ha hecho clases, Danilo Santos, pero que todos sabemos que es experto en el tema de literatura y ciudad. Tener su preparación debería ser requisito suficiente para ser tan valorado como lo son otros, aunque lo suyo sea sólo un tema. De hecho, en la literatura eso es importantísimo, ya que sin especificación no podemos alcanzar tanta profundidad en nuestros trabajos, y la literatura es tan amplia que no concibo la idea de quedarme sólo con una formación general, que nunca podría ser más que una pincelada por diversos temas ya que nadie tiene tiempo ni cabeza para desarrollarse plenamente en tantos temas, épocas, estilos, etc., etc., etc.
Es cierto que las tendencias actuales proponen una mayor especificación en los programas de postgrado, idea con la que estoy plenamente de acuerdo, pero de todas formas creo necesaria una pequeña formación en algún tema en el que podamos alcanzar mayor profundidad y capacidad de análisis. Lo ideal sería un cambio en la malla que nos permita sacar certificados académicos en nuestra área, o algo parecido a los certificados, haciendo una buena planificación de los optativos de profundización. No me cabe duda de que hay profesores capaces de planificar un pequeño grupo de cursos dirigidos a un tema específico, como la ciudad en el caso de Danilo Santos o el erotismo en el caso de Ángel Rodríguez (que también domina tantos otros temas), y así se presentaría una oportunidad para los recién egresados, o incluso alumnos de cuarto, de hacer pequeños cursos que les servirían de experiencia, de la misma forma que se hacen los talleres de introducción a la literatura y a la lingüística.
También haría una modificación de los cursos obligatorios. Después de primer año, deberíamos tener la opción de tomar cursos de literatura o lingüística, en lugar de tener que tomar de las dos áreas. Dejaría como obligatorios sólo los más básicos para que se justifique que salgamos con las dos licenciaturas, pero creo que la formación en las dos áreas es demasiado superficial. Debería existir la posibilidad de elegir entre un tercer curso de literatura universal y otro de fonética, por ejemplo, ya que son dos ramos que vemos de forma muy general, pero que no podrían verse de forma más específica sin la oportunidad de elegir, porque no tendría sentido tener más fonética si esa no será mi área, como tampoco tiene sentido que los lingüistas tengan una mayor formación en universal.
Todo esto apunta, más que nada, a una profesionalización de la literatura. El campo laboral para el que nos están preparando me desilusiona un poco, y la única forma de cambiar ese campo es prepararnos para algo mejor, para algo que nosotros mismos podemos construir. Pero este no es un problema que se solucione sólo con un cambio de malla, sino que es fundamental un cambio de actitud. La inercia no nos lleva a ningún lado, menos en una carrera como la nuestra en que es tan necesario ser “movido”. Debemos crear instancias de participación, de diálogo y discusión, y darles el valor que merecen.
En una entrada anterior ya hablé de la poca concurrencia al coloquio de Diamela Eltit que se hizo en mi Universidad. Eso pasa obviamente por el desinterés de mis compañeros, pero también por una falta de planificación y de unión “del medio”. Los horarios pudieron ser otros, más cómodos para estudiantes y profesores, y se pudo invitar a otras universidades, o por lo menos a la Chile. Hace falta diálogo, unión, darle mayor importancia a estas instancias. Si tuviéramos conciencia de lo que se puede lograr, si nos interesáramos por lo que otros pueden mostrar y existiera una mayor colaboración, seríamos un sector mucho más valorado, podríamos llegar mucho más lejos de lo que ahora podemos. La literatura no es masiva, está claro, pero sí tiene un rol y un mensaje que debería llegar a mucha más gente y es un poco frustrante que no seamos capaces de salir del pequeño círculo en el que estamos estancados.
Con respecto al diálogo y la colaboración, creo que los talleres literarios son una excelente instancia. Yo ya he participado en dos, y hubiese sido muy bueno poder interactuar con otros talleres, leer a otras personas para saber en qué parada está el resto de mi generación, y hasta encontrar gente con la que comparta ideas y proyectos. Es difícil lograr las cosas solos, y también es difícil conocer gente con los mismos intereses si no hay donde ni cuando. Los talleristas deberían estar más conectados, se podrían organizar de vez en cuando lecturas un poco más masivas, y con lo útil que puede resultar internet, con mayor razón deberíamos fomentar el diálogo. También sería excelente que todos los talleres (o los más importantes) sacaran juntos algunas publicaciones que se distribuyan principalmente en las universidades, en los mismos talleres, y en las editoriales. Así se fomentaría el diálogo, la interacción, y nunca estaría de más que las editoriales tuvieran un registro, para que cuando reciban textos, puedan acceder a una especie de historial de cada persona y tengan acceso a otros textos de la misma persona.
Y así, son muchas las ideas que pueden surgir, pero todo apunta a no quedarse quieto, a no conformarse con lo tenemos e intentar hacer cambios. Una de las cosas que más me gusta de mi carrera es justamente su defecto: que hay tanto por hacer, son tantas las cosas que faltan y los errores que se cometen, y cada vez me siento más responsable, con más herramientas para lograr cambios importantes. El punto es que si cada uno va por su lado, pocas cosas se lograrán. Todo depende de “nosotros”, nosotros como generación, como el gran grupo que somos, aunque sea difícil vernos como una unidad. Sólo falta encontrarse, soñar y planificar.
Hey, tú, que sé que leiste... posteeea, posteeeeea