lunes, 8 de agosto de 2011

El destino en mi mano

Creo en la adivinación y siempre lo he hecho, o al menos desde que tengo ideas más claras sobre el mundo y mi relación con él. Cuando era chica había un libro de quiromancia dando vueltas por la casa. Nadie sabía cómo había llegado acá, pero de alguna forma lo hizo y yo lo encontré. El hallazgo fue como encontrar la piedra filosofal, y guardé el libro, como si fuera un tesoro, en el cajón de un mueble viejo que estaba en una pieza llena de cachureos, el mejor lugar de la casa por ese entonces (y uno de los mejores de mi vida).
Comencé a leerlo para aprender a leer las líneas de las manos, pero dejé la tarea cuando me di cuenta que el libro era muy poco confiable... quizás una de esas ediciones que venían de regalo con una revista. Desconfié de la tosquedad y liviandad con que enseñaba a predecir temas complejos y sin duda sujetos a muchas variables... ¿es posible que el largo de una línea tenga que ver con el tiempo de vida? Me pareció muy simple, hasta burdo. Y, bueno, la extensión de la línea que supuestamente marca cuánto viviremos es bastante corta en mi mano.
Tiempo después he tenido varias conversaciones en que sale el temita de la mano... al parecer, el libro no era tan chanta. Claro, parto hablando de mi gusto por el tarot o de lo que me dijeron en alguna lectura y alguien supone que por eso me interesará que me lea la mano y la toma sin previo aviso. Trato de hacerme la loca, retiro la mano, yaaa poh déjame leértela, no gracias, ya poh a ver qué dice, es que no creo mucho en lo de las manitos, pero si yo de verdad sé leerlas... y entonces el silencio, los ojos desviados, el brusco cambio de tema, los titubeos. De todas las veces que me ha pasado, sólo dos personas se han atrevido a decirme eeeeh... chuta... tu línea de la vida es súper corta. La peor de las veces fue cuando me lo dijeron después de que conté que no quiero morirme en mucho, mucho tiempo. Cien años es una edad razonable para morir, antes me parece un crimen. La verdad... difícil que llegues a los cien... quizás ni a los sesenta.
Por lo menos me imagino que, aunque las líneas de las manos parecen algo definitivo, pueden ir cambiando así como uno es capaz de tomar lo que dice el tarot como un consejo para tomar las riendas del propio destino. Pensando así, podría ser una suerte tener tal sentencia en la propia palma.
Desde hace ya varios meses he vivido un proceso de ordenar mi vida, mis prioridades, potenciando ciertas cosas y aceptando otras. En medio de eso, todo ha ido mejorando y estoy cada vez mejor, en todo sentido. Los cambios positivos de mi vida me han llevado a cosas más concretas, como comer mejor, dormir mejor, hacer deporte (INÉDITO), y la misma felicidad y por sobre todo la estabilidad ayudan a tener una calidad de vida tanto, tanto mejor. Mi línea de la vida no se ha alargado como esperaba, pero ahora me doy cuenta de que quizás no sea tan terrible morir antes de los cien años... así como voy, quizás podría conformarme con menos. Todo está en mis manos.