viernes, 29 de diciembre de 2006

WHITE Christmas

Si si si, ya sé cuál es el sentido real de la Navidad, pero no por eso hay que pensar que los regalos son puro materialismo, consumismo, que sólo están para que nos estresemos y gastemos plata a fin de año y blah blah blah.
De hecho, en mi infancia, algunos de los regalos más baratos fueron los que más me marcaron. Y que me marcaran así no significa que no sepa cuál es el sentido de la Navidad, sólo me permite relacionarla con grandes momentos, como son aquellos que pasé con mis amados juguetes.
Nada de regalos top de fin de año que se agotan y causan locura, nada de novedades carísimas y cosas de marca. Porque yo fui enormemente feliz con un
ula ula, uno de lo más clásicos juguetes, que sigue siendo uno de mis favoritos. Si no tengo uno es porque el último que tuve se deformó con el calor cuando viajó desde mi casa de Santiago hasta mi parcela, y quedó como huevito. Después de eso, ya estaba muy grande para comprarme uno. Qué estupidez. Prometo que me compraré otro, porque estoy segura que así seré más feliz, y a menearse se ha dicho.
Tan espectaculares como los ula ula son las
cintas de gimnasia. UFF, cómo disfruté la mía, que aún tengo, pero que ya está vieja, incluso un poco apolillada en la punta, y con algunas arrugas que no desaparecen ya que se formaron por apretados nudos que no deshice en años, hasta que me reencontré con mi cinta hace como dos años al ordenar profundamente mi pieza. Ya no la uso como antes, pero cuando voy a mi parcela, como no puedo dormirme temprano, salgo sin hacer ruido y voy a la cancha de tenis a jugar con mi cinta como lo hacía hace años. Es increíble cuando la luna está llena, porque hay luuuuz y es blaaaaanca y mi cinta azul brillante se ve increíble y hay silencio y se escuchan mis pisadas y fffffggguuuuuu de la cinta, y esta sería la revelación de un secreto sumamente guardado.
Un regalo que fue increiblemente espectacular fue un...
yoyó. Me lo regaló mi mamá, impulsada por su adicción al sube y baja de los yoyós y a los recuerdos de su infancia en que jugaba horas con ellos, porque en su época también había juguetes de moda, y así como hace unos años se pusieron de moda las acrobacias con los yoyós (yo sólo lo hago subir y bajar), cuando mi mamá era niña también hubo una época en que las calles estaban plagadas de fanáticos de este clásico de los clásicos. Y mi mamá era seca.
Cuando me lo regaló me cargó. Es grande (ni tanto, pero yo era muy chica y estaba acostumbrada a los que venían en las sorpresas de cumpleaños; esos plásticos chicos de colores chillones que en el centro tenían un autoadhesivo con un diseño como en espiral, de esos típicos para hipnotizar) y pesado y para colmo tenía el hilo muy grande para mi, que era tan bajita... Además, mi mamá se puso a jugar altiro y se entretenía más que yo y me piqué. Pero no pasó mucho tiempo para que al fin apreciara tan magno juguete, que no puede estar ausente en NINGUNA infancia. Obviamente, mi yoyó continúa en acción, y está en mi pieza, guardado muy a mano, para sacarlo todas a noches a girar mientras escucho música en mis jornadas de insomnio (que serían más cortas con un ula ula).
Otro clásico que ha vuelto a las pistas gracias a mi amiga y amore Elvira que me regaló el suyo (asgkjdggakgggajgdkagjggsakdg te amo) es ese maravilloso frasquito cilíndrico de plástico, en cuyo interior hay un líquido mágico que gracias a un mecanismo que se encuentra en la tapa del cilíndro hace... BURBUJAS. Jajaja siii, es que las
burbujas son lo máximo, cómo puede ser que los papás destruyan sus pies y sus bolsillos buscando un regalo apoteósico, siendo que el mejor regalo de todos es tan común y barato. Nada se compara al placer de hacer burbujas por las calles de mi querida Ñuñoa en primavera, y ver los colores que se forman en la burbuja !!!!! =D y ver cómo algunas nacen para trascender y sobreviven el ataque de ramas y rejas puntudas y vuelan vuelan y vuelan.
Así como me pasó con el yoyó, mi
pelota saltarina tampoco me gustó cuando me la regalaron. Nuevamente, era muy chica para usarla. Mentira. Lo que pasó es que no estaba acostumbrada, y me dio cosa al principio subirme a esa pelota gigante sin poder apoyar mis pies completamente en el suelo. Pero apenas me atreví, comenzó una era de saltos, una de las eras más entretenidas e inolvidables de mi infancia. Saltaba por todo el garage y seguía por el patio y al llegar al pasto, hasta me ponía a girar abrazando esta gran pelota con cachitos.
A menor escala pero igual de inolvidables fueron otras pelotas con las que jugué horas y horas de mi vida en el garage. La más memorable era una
pelota amarilla (!!!) que tenía un diseño maravilloso, con puntitos en relieve y en dos lados (aunque una pelota no tenga dos lados) opuestos tenía un circulo grande con una estrella al medio. La pelota no era muy grande, más chica que una de fútbol y más grande que esas de básquetbol enanas, pero lo que hizo que esta pelota pasara a la historia es cómo saltaba diossanto. Por esos saltos altísimos e inalcanzables, la bauticé como Traviesa (siii que vergüenza ponerle ese nombre... pero veamos el contexto poh, si era chica). Inolvidable también fue una pelota de Hugo (sí, de Hu-Hu-Hu-Hugo) que era amarilla también y tenía a... Hugo... y era muy liviana y grande y también daba saltos increíbles, pero se pinchó luego. Imposible olvidar la de Básquetbol de mi hermana, que tenía todas las franjas de distintos colores, y que fue un orgullo dominar, porque cuando era más chica, era muy pesada para mi y no podía jugar con ella. Cuando logré tenerla bajo mi control, pasó a ser mi compañera de juegos durante por lo menos dos horas al día.
Y así podría seguir por mucho, pero MUCHO rato más, pero mejor dejarlo para la próxima Navidad, y así no escribo tanto. Así que ya saben cuáles son los mejores regalos para cuando tengan hijos, y para el
26 de enero que estoy de cumpleaños
ajwjawjajwjajwjajwjawaja
Y el título de la entrada obviamente no es porque hable de la nieve ni la Navidad gringa ni nada, pero es que asgkjadahjgadgajshajhdakd mi apellido es tan perfecto para ciertas ocaciones...

1 comentario:

Anónimo dijo...

bueno, entre risa y risa gracias mi querido Mosca* (imaginándolo en diversas situaciones), leí tu "entrada" o como se le llame... debo decir (no te avergüencessss) que eres mi ídolaaaaaaaaaaaaa! jajajaj me encanta como escribes, además te imagino muerta de la risa con tan solo pensar en lo que vas escribir, o no?
Respecto a los regalos! uff! si te contara lo que le pasó una vez a mi hermano una navidad por culpa de un regalo (por msn te lo cuento para que te rías) y a mi.... creo que una vez me marcó el autito de mi hermano, era genial! rojo reluciente (combina no?).. incluso hay un video en donde salgo yo manejando por el living de mi casa y mi hermano chico corriendo detrás mío llorando jajaja aii si me da risa de tan sólo acordarme xD
y bueno, experiencias tengo bastantes....lo que amo de la navidad es que es el momento en que el siempre suceden cosas así (en mi caso), independiente de los regalos.... peroo como tú bien dices, éstos sí pueden marcar la diferencia.
Si tuviera dinero te compraría un Ula ula y te lo mandaría de regalo, el problema es que no tengo ni el dinero, ni la certeza de que llegará en buenas condiciones a tu casa jejeje

yaaa dejo de escribir mejor para que no creas que te tengo botadaa xD








*Mosca... (Q.E.P.D.)