viernes, 27 de julio de 2007

La felicidáh ah ah ah ah

Hace ya un tiempo una conocida que tenía depresión y a la que le habían prohibido casi todas las actividades imaginables porque “no se encontraba en condiciones de hacerlas”, decidió dedicar su tiempo a la lectura. Al contarle a su psicólogo los libros que estaba leyendo, él le “sugirió” que los dejara. Desesperada y aburrida, me pidió que le diera un listado le libros alegres, apropiados para su estado.

Apenas me lo dijo, pensé que sería fácil, que sólo tendría que echar una mirada a mis libros y recurrir a mi memoria. No fue así. Hasta hoy, que ha pasado casi un año, sigo sin encontrar ni un solo libro para recomendarle.

La definición más típica y obvia de lo que es un “clásico”, una obra de la “literatura universal”, es que toma temas trascendentes para el hombre, que sobreviven al pasar del tiempo. Según esto es fácil entender por qué tantas obras están llenas de tristeza, dudas existenciales, frustración, y un largo etcétera. Pero así como hay sufrimientos del hombre que nos son comunes a todos, independiente de tiempo y espacio, la felicidad también lo es, ¿o no?.

No es la felicidad, es el deseo de felicidad”, me dijo el Mati. Al escucharlo, hasta me sentí un poco tonta de no haberlo pensado antes, pero no fue necesario darle muchas vueltas para que muchos peros se me vinieran a la cabeza. ¿Acaso lo que es inherente al hombre es no ser feliz, querer serlo y no poder? Por suerte, soy una persona que se ha sentido feliz en muchos momentos de su vida. Ahí mismo, cuando hablaba con el Mati, pensé en varios momentos en los que pensé “soy feliz”, así de determinada y concisa, sólo estando con él. Si pensara en otros momentos de mi vida, en otras circunstancias, esa sensación de felicidad se multiplicaría por otras mil veces más.

Entonces me acordé de cuando era más chica, y más depresiva también. Por esos días yo pensaba que la felicidad no era tal si no era absoluta, lo que me llevaba a creer que la felicidad no existe. Es imposible que cuando algo va bien y uno se siente feliz por eso, todos los otros aspectos de la vida vayan igual de bien. Más aún en esa época en la que los conflictos internos, con mi familia y con un entorno que cada vez se diferenciaba más de mí (o yo de él) eran cosa de todos los días (y horas y minutos y segundos). Pero de repente, entre tanta hostilidad, me di cuenta que tomar helado me hacía genuinamente feliz. Y no era lo único. Cantar y bailar con desenfreno una canción que me desquicia y que aparece sorpresivamente en la radio en la maravillosa privacidad de mi pieza, tomar coca cola bien helada cuando ya no se puede más de la sed y el antojo, tener ataques de risa, comer algo rico, una buena conversación con un gran amigo, besos cariños y mariposas en la guata y muchas otras cosas más me hacían feliz, y aún pienso (y siento) así.

Pero ahora tengo la duda de qué tan optimista es esa idea de felicidad. A primera vista claro que lo es, más aún al comprarla con mi idea anterior, pero ¿es realmente optimista entregarse a felicidades tan pasajeras, que hasta pueden acentuar la idea de que la felicidad plena es una utopía? Tan intrascendente es mi idea de felicidad, que ni aparece en los libros. Ni siquiera El libro de los amores ridículos, de Kundera, un libro que a todas luces parece derrochar felicidad, que según las mismas palabras del autor fue escrito en el momento más feliz de su vida, no me parece tan feliz después de todo. Por lo menos, es un libro que no recomendaría a la persona que me pidió la lista, porque sería sumamente fácil para su deprimida cabeza encontrar tristeza y desesperación en los relatos. Cosa que no pasa al revés. Encontrar alegría en un libro triste es algo simplemente imposible.

Tratando de aportar un granito de arena para remediar la situación, intenté escribir algo alegre. Fracaso rotundo. Los relatos que son más alegres, inmediatamente se me hacen más mediocres. Y no es que yo sea muy depresiva para escribir (al menos no ahora) ni que mis intentos de japi end sean objetivamente más malos que el resto de mis cuentos. Quizás, así como el alemán se presta más para la filosofía, el amarillo clarito para las guaguas, los nombres gringos para el vulgo y el óleo para la mímesis, la literatura sea más apropiada para las penurias y asfixias del hombre (cosa que digo sin el menor acercamiento a lo que es la certeza).
Señor lector: Pido su colaboración, su opinión ya sea si está de acuerdo o en desacuerdo (¡en especial en desacuerdo!) y ruego encarecidamente que, si conoce algún libro feliz, me lo haga saber.

5 comentarios:

Ignacio Castro dijo...

mala onda del maestro fuguet, precisamente no es un libro alegre, pero me explico, es tan "rudo" semi-loco que rapidamente te mejoras de todos los males, entiendes rapidamente que hay gente que esta mil veces peor que tu. Y ojo, es un ejercicio que siempre hago en periodos despresivos.

Si no el clasico The catcher in the rye, de jd sallinger. que termina con el "Dont ever tell anyboy anything, if you do you may start missing everybody"

saludos y no estamos leyendo

mabe dijo...

Tienes razón Jesu.
Los libros felices son fomes, esa es la verdad, porque (creo) la felicidad plena es a la misma vez plana por lo que el libro no tendría una trama interesante.
Los libros que más se acercan a la felicidad son los que tienen "final feliz" donde el protagonista pasó por mil y un penurias y problemas para llegar a la ansiada felicidad, y porque la felicidad estable es un bien escaso (al parecer), es porque es más deseada así como Aristóteles, el bien último es la felicidad y la vida consiste en eso, todos los hombres tienen que aspirar a ella. Por eso los cuentos de hadas terminan en vivieron felices para siempre, pero nunca cuentan como vivieron :/.
Pasando a otro tema! Me encanta como escribes :B. Deberías sacar tus memorias, algo así como "Meeting Jesus" (como si fuera un programa gringo evangélico jajaja), y hacer capítulos donde hables de la realidad paralela incluyendo winnie the Pooh y el calipso.
Saludos y besos!
see ya later alligator!

MJB dijo...

Definitivamente tengo las neuronas congeladas por el frío sureño. Ya es como la tercera vez que intento hacer un comentario decente, y no hay caso.
Dejo testimonio de mi intento frustrado, iré en busca de la felicidad y cuando la encuentre, tal vez sea capaz de escribir algo digno de tu blog... (??? maaaaaal xD)
Nos vemos mañana Jesu, si es que se enciende tu televisor!

Anónimo dijo...

dale, voy a mandar algo a la tabú. saludos, jesusísima originarss. te veíai linda el otro día con el pelo tomado. encontré una foto en mi antiguo computador (sí, esos tarros como de QUINTO BÁSICO) de la joplin y hueón, insisto, es igual a tí.

besos

Anónimo dijo...

pasaba por aqui, y decidi dar un poco de jugo...

libros felices? no creo q existan... un libro (o pelicula, o lo q sea) debe tener algun conflicto, o si no, es solo... eh... nada?

bueh, mi casi nulo aporte... y super taquillero tu blog jesu, me gusta.

saludos y todo eso.