miércoles, 10 de junio de 2009

Cosas buenas que pasan

Desde hace ya casi cuatro años, de lunes a viernes, y muchas veces los fines de semana, bajo por la entrada de la calle La verbena a la estación Príncipe de Gales de la línea 4. A un lado de la entrada se pone casi siempre, desde hace un buen tiempo, un típico Flaite (con todo respeto)amigo del gel y las musculosas, a vender cuchuflís, lindas paletas de dulces y creo que otras cosas por el estilo. Un día, le llegó competencia. Un señor que parece tener una buena posición socioeconómica, que nadie creería que vende en la calle, comenzó a instalarse de lunes a viernes al otro lado de la entrada, a escasos pasos del Flaite, con un carrito lleno de potes de manjar. Desde el principio, el Señor Bien me simpatizó, quizás porque da la idea de que podría ser mi papá o un tío, que tras quedar cesante debió buscar cómo ganarse la vida. Me imagino que a veces se encuentra con ex compañeros de trabajo, con parientes, con el marido de la amiga de su señora que es gerente de no se qué empresa, con el compañero de la universidad del menor de sus hijos. A veces me siento un poco mal.... no, no sé si mal.... creo que a veces siento extrañeza de sentir más simpatía y hasta preocupación por el Señor Bien que por el Flaite, siendo que el primero seguramente (si mi teoría es correcta) ha vivido en circunstancias harto más cómodas.
Al principio, el Señor Bien se apoyaba como cualquier persona que espera a alguien a la salida del metro, con un manjar al lado, sin decir nada y la cabeza un poco agachada. Al poco tiempo, ya tenía un cartel algo visible con el precio, y exhibía el carrito lleno de manjar que antes tenía muy pegado a sus piernas, tapado. Pero el avance más notable fue cuando iba pasando y me dijo "Dama, manjar". Este cambio no se dio sólo porque se fuera soltando con el tiempo, sino por la ayuda del Flaite, con quien ha entablado una amistad que he visto crecer día a día. Los primeros días estaba cada uno en su lado de la salida (entrada?) del metro. Después, alguno de los dos estaba en el lado del otro, conversando como quien no quiere la cosa, hasta que alguien se acercaba a comprarle y debía volver a su puesto. Pasado algún tiempo, los dos estaban al mismo lado, con sus respectivos comestibles a la venta, sentados juntos y conversando profusamente.
Hoy los vi jugando damas. Fue uno de los mejores momentos del último tiempo.

Y por si Lo que Usted Necesita son 800 gramos del mejor manjar del mundo (como debió llamarse la canción), ya sabe dónde comprar. A $1.500 el pote de manjar orgánico del sur (según el Señor Bien), una delicia! Tiene el mismo sabor que el manjar duro De mi campo =)

1 comentario:

Felipe Zerené dijo...

Son las instancias en extinción.
Hace unos días iba manejando por la vida y paré en un paso de cebra para que un hombre sesentón que esperaba detenido a un costado, cruzara la calle. Mientras cruzaba, me miró y me aplaudió.
Son las cosas buenas de la vida que la gente ha olvidado, quizás por costumbre. El porfavor, el gracias, el juego, el relajo.

Me dan pena los guardias que están en las entradas de las tiendas de Almacenes París (que a todo esto descubrí hace poco que ya no se llama asi, sino solo "parís") que te dicen "Bienvenido a París" / "Gracias por venir a París", según corresponda. No se si me dan más pena los guardias que dicen eso al aire o la gente que no les responde un simple "gracias" / "no hay de que" (según corresponda).