viernes, 25 de diciembre de 2009

Heidelberg

Estoy con la Leo en Heidelberg. Nos sentimos como si fuéramos de acá. Todo es muy lindo, los alemanes son simpáticos y atentos, la Pili nos ha atendido de maravilla. La navidad fue de lo más linda, muy distinta, muy chori. Estamos contentas.
¡Hasta pasó el viejito pascuero! A la Leo le trajo uno de esos gorros como el del chavo, pero forrado peludito por dentro, ¡es tan hermoso! "Es el gorro de mis sueños", dijo ella. A mi me trajo una maquinita que hace como una cascada de chocolate, que hace ver el fondieu que me que quería comprar como un moco seco. Además intercambiamos hartos regalitos, comimos bacán, y el frío es aguantabilísimo (había como cero grados). Eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeesa papá.
Acá compran todo de la marca de un supermercado, así como Acuenta. La marca es "ja!". Es bacán, porque al abrir el cajón graaaande donde está la comida, se ve "ja! ja! ja! ja! ja!". Es muy chori, se presta para mil tallas. Insisto: estamos contentas.
Apenas pueda subo fotos.
Cariños a mis fieles seguidores (caleta).
Klein Yesu.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Crítica de cine: Donnie Darko. Y no, no me quiero morir antes de los 120 años.

Cuando se tienen 17 años y un amigo se mata, eso no hace madurar, hace que uno se vaya a la mierda. Pero de todo lo que eso conlleva, parece que algo bueno que saqué es la certeza de que, a pesar de todo, quiero vivir. Mucho, y con ganas. Aunque me gusta reírme y pasarlo bien, confieso ser una depresiva, confieso que no me atrevo a ir al psicólogo porque intuyo que me diagnosticarán la depresión endógena bipolar que tan bien conozco gracias a mi desequilibrado padre. Tengo llantos compulsivos y generalmente inexplicables, me dan ganas de romper cosas, de mandar a todos a la mierda, de pegarles a cada uno de ustedes. A voh también. Además, dedico mucho tiempo de mi vida a pensar (insomnio, la enormidad de Santiago y los viajes interminables…) y tengo claro que el mundo, en muchos aspectos, es un bodrio. Pero todo eso da lo mismo, o aunque sea da un poquito lo mismo, cuando paso por el Mapocho y tengo la seguridad de que por muy mal que llegue a estar, jamás me tiraría. Cuando sé que por nada de este mundo me acostaría con una sonrisa de feliz tranquilidad al saber que moriré, como Donnie Darko. Debí ver esa película cuando el Chago me habló de ella.
Justo entre los miedos de haber salido de la fácil universidad, entre tantas dudas y sensación de gran cambio, entre momentos un poco desesperantes y depresivos, entre tanta decepción por gente y ciertas situaciones, entre dudas, dudas, dudas y las típicas, ridículas a veces, y necesarias preguntas sobre “el Ser”, es bueno saber que una parte de mis ganas de vivir radica en que hay tanto por leer, escribir, comprender, sentir, conocer, criticar, hacer. Sí, tengo dudas, no sé para dónde voy, pero amo la literatura, los libros, los mundos que se conectan, que chocan, que conviven en mentes y letras abruptas, como estas, o en otras más sublimes. Y también hay personas, lugares, ¡viajes!, planes. Me he preguntado tantas veces cómo sería si el Chago estuviera acá, y no quiero que alguien se haga esa pregunta por mí. Quiero que mi vida termine cuando haya agotado lo más posible mis posibilidades, las vivencias, los proyectos y sentimientos, dentro de lo que se pueda. A ver que pasa.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Acaparadora

Con esto del viaje he tenido que pensar qué cosas llevar. Por un lado, obvio que no puedo llevar muchas cosas porque voy a caminar más de lo que he caminado en toda mi vida, pero por otro, voy a estar dos meses muy muy lejos, y me hará falta tener cosas que me hagan sentir menos turista y más cómoda. Al final todo terminó en reflexiones sobre prioridades, gustos, formas de ser, objetos. Es que los objetos, sin duda, son extensiones de nuestro cuerpo (pregúntenle a Johnny Deep que lo aprendió a cortes de tijeras y cuchillos) y de nosotros mismos, de lo que pensamos. Yo soy yo y mis objetos.
A veces he pensando que podría deshacerme de tanta cosa que tengo y tener un espacio más sencillo, más que nada proyectando mi futura y seguramente precaria primera etapa de independencia, pero ¡me costaría tanto!, y no porque todas las cosas que atiborran mi pieza me sean muy útiles o tengan algún valor sentimental especialmente grande (hay varias que sí, obvio), sino porque yo las elegí a mi alrededor y en esa elección hay un gran pedazo de mí. El valor sentimental de mis cosas no está contenido en grandes historias, en la asociación con gente importante o en el peso de la supervivencia a generaciones, salvo excepciones, sino en el simple hecho de ser cosas que me completan (en serio), ya sea estéticamente, porque llenan un espacio que no quiero vacío (lo que es gran indicador de mi personalidad… victoriana, por decirlo de alguna forma), o porque dan una dimensión que mi cuerpo no puede tener.
Me acuerdo que una vez F me dijo que se compraría un sombrero igual a ese que apreciaba tanto y que se le perdió. A mi no me gustó mucho la idea, y le pregunté si le daba lo mismo reemplazarlo así no mas. No estoy muy segura, pero creo que me respondió algo como “pero si es un sombrero”, y que prefería comprar uno que lamentar la pérdida. Quizás en ese caso específico, poniendo en la balanza toda la pará estética que implica tener uno de esos y el cariño por el sombrero perdido, pueda pesar más la pará de usar un sombrero así. Pero la verdad es que eso me convence poco, soy una total defensora del aprecio a los objetos. Siguiendo con un “a mí me pasó”, una vez estaba hablando con mi hermano de qué haríamos si se quemara la casa, qué cosas rescataríamos. La conclusión fue que sería mejor morir entre mis cosas ante la imposibilidad de poder llevarme mis libros favoritos o más queridos (no es lo mismo), todos mis aros, adornitos, detalles, diarios de vida y escritos varios, y tantas cosas más.
La cosa es que por ahora pretendo llevar un yoyó para que las caminatas no sean siempre iguales, tres cámaras de fotos distintas y una de video (la realidad no aguanta un solo lente), una cajita de metal de esas antiguas lindas para guardar cositas que encuentre, un cuaderno-bitácora (IMPRESCINDIBLE), un frasquito para hacer burbujas (qué fome que no haya burbujas en dos meses), el mp3 obvio y tizas de colores para dejar marquitas por ahí (un arcoiris no es mala idea). Con la Leo queremos llevar algún monito para sacarle fotos como al enano de Amelie, pero aún no decidimos cuál. Lamentablemente creo que no habrá espacio para la melódica (y difílmente mis labios estarán en un estado apto para tocarla, con los mil grados bajo cero que me tocarán).
¡Un hurra por los objetos!